Serenidad

Perder la serenidad por cosas que no están en tu mano, no sólo es estúpido, sino que les amargará el confinamiento

Sexta semana del confinamiento, y la palabra que mejor lo define es tranquilidad. Leo mucho, trabajo mucho, duermo demasiado y todos los días, en vez de una hora de gimnasia, hago una hora de Ciencia Ficción con mis grumetes. Star Trek, Star Wars, Doctor Who, The Mandalorian, Avatar, El Señor de los Anillos, y un larguísimo etcétera. Y conforme más Ciencia Ficción consumimos, más irreal me parece el mundo exterior. A veces me asomo un rato a ver cómo va, y me encuentro con la amenaza inminente de la dictadura comunista, la destrucción total del país, la confiscación, anunciada en BOE, de toda propiedad privada, el control totalitario de los medios por parte del gobierno y la obligación de dejarse todos coleta, bajo pena de muerte. Tan terrible es la amenaza política, que la amenaza sanitaria a veces parece secundaria.

Pero lo peor de toda esta ficción apocalíptica no es que sea falsa, es que es mala, aburrida, chusca, cutre. Todo muy asustaviejas y muy previsible. Y desde luego muy prescindible, sobre todo porque, arda o no arda el mundo mañana, nosotros no vamos a poder hacer otra cosa que quedarnos en casa, y desde aquí no se pueden resolver los problemas. Encerrados en casa, las únicas preocupaciones justificadas son las de la salud y las del sustento, tener a alguien enfermo o no tener nada que llevar a la mesa. Esas son terribles, pero el resto son pesadumbres inútiles, porque desde el sofá no se pueden afrontar los problemas del exterior, sobre todo los problemas que aún no existen. Perder la serenidad por cosas que no están en tu mano, no solo es estúpido, sino que además les amargará el confinamiento. Y eso no quiere decir que no vayamos a tener grandes problemas cuando acabe esto. Los tendremos, pero ya llegará el momento de encararlos.

Ahora mismo no se puede hacer otra cosa que esperar, con serenidad, y disfrutar lo que se pueda de una situación absolutamente excepcional en este mundo desquiciado en el que vivíamos: tenemos tiempo libre. Y hemos pasado toda la vida haciendo planes precisamente para cuando tuviéramos tiempo. Esos libros que querías leer, todas esas horas que querías dormir, todas esas cosas que querías aprender, todas esas películas que querías ver o todo ese tiempo que querías pasar con tus hijos. Pues ahora es el momento. No lo desperdicies haciendo el gilipollas.

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