NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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CONFORME avanza el calendario electoral en Cataluña crece la preocupación por las consecuencias que se puedan derivar del resultado electoral del 27S. Pero donde los demás sólo vemos un problema el PP ve también una oportunidad. Qué otra explicación puede tener presentar por sorpresa, sin haber consultado previamente a la oposición, una iniciativa para reformar una institución básica del Estado. Hacerlo además en periodo electoral y dándole el protagonismo de la iniciativa parlamentaria el candidato Albiol que no es miembro del Congreso. No es sólo que estén decididos a tramitar una iniciativa de tanto calado institucional en solitario, sino que quieren asegurarse de que nadie les apoyará. Cuando lo normal sería, en una democracia menos desquiciada que la nuestra, que el gobierno se esforzase en sumar todos los apoyos posibles a una estrategia común frente al desafío independentista. Pensando más en las elecciones generales que en las catalanas, resulta demasiado evidente que, con iniciativas como ésta, los populares pretenden presentarse ante el electorado como los únicos garantes de la unidad de España.
Mientras que algunos, pese a las críticas, considerábamos una virtud el hieratismo de Rajoy y su falta de gestualidad ante las provocaciones de independentismo, dentro de su partido lo acusaban de tibieza. No podemos olvidar que, tras una primera legislatura de fluido diálogo, Aznar convirtió la dureza frente a los nacionalismos en una de sus señas de identidad. Todos recordamos como en su cruzada no dudo en utilizar electoralmente incluso los asuntos más sensibles y dramáticos. El paso dado por Rajoy con la reforma del TC supone un giro estratégico en esa línea. La idea fuerza de su discurso ha sido hasta ahora que una mayoría del PSOE, invariablemente emparejado por el PP con Podemos, nos apartaría de la virtuosa senda económica iniciada por el gobierno. Pero como buena parte de su propio electorado no acaba de creerse los argumentos económicos, para aspirar a una mayoría suficiente los estrategas del PP han apostado por añadir testosterona. Lo que suceda en Cataluña tras el 27S excitará el debate de las generales. Una hipotética victoria de Juntos por el Sí sería un problema para España, pero lo sería aún mayor para Cataluña. Que se enfrentaría al caos institucional que se derivaría de un éxito soberanista. Un escenario idóneo para que que el PP juegue su carta de partido fuerte y de orden.
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