La puntilla

Juan A. Navarro Arias / Janavarro@malagahoy.es

Suposiciones

SUPONGAMOS que hay un país donde a la que llaman Fiesta Nacional está discutida. Que una de sus ciudades más importantes está de fiestas mayores y una empresa decide organizar espectáculos taurinos, pero sin toros. Que el primer festejo de los anunciados a bombo y platillo no se celebra por falta de reses. Que los siguientes días se celebran y no siempre con animales aptos. A veces sólo se ven gatos con cuernos. Que en otro festejo se necesitan reconocer casi a una quincena de astados y remendar la corrida con un hierro distinto al que se anuncia en los carteles. ¡Ah!, esto concretamente ocurrió ayer. Que algunos piensan que los bailes de corrales son ya una tradición que hay que mantener. Que el respetable grita: "¡plaza de Primera, toros de Tercera!". Que se dan orejas de Tercera. Que la plaza tiene rango de Primera. Que un alguacilillo, la representación de la autoridad en el callejón, merienda durante la lidia de un toro. Dice el Reglamento taurino que "para el correcto ejercicio de sus funciones, los alguacilillos, una vez finalizado el paseíllo, se situarán en el callejón de forma equidistante y siempre uno de ellos cercano a la persona titular de la delegación de la Autoridad". Supongamos que también toman bocadillos y refrescos. Que una figura llega en una sustitución y no torea. Que un torero-banderillero no pone ni un solo par que merezca la pena. Que el torero artista sólo torea al viento. Supongamos que todo esto es verdad y que casi todo ocurre en La Malagueta. "En las noches como ésta la tuve entre mis brazos", decía Neruda. En tardes como esta, 20 de agosto, José Tomás se jugaba la vida el día de su cumpleaños. Maldita sea que hoy no podrá ser. Cuánto se te echa de menos, maestro. Y ¡felicidades!

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