Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
La España política de septiembre es un país de tiempos largos y probablemente inútiles para la gobernabilidad y llenos, eso sí, de incertidumbre ante el futuro. Son tiempos de voces y silencios que auguran con exageración una nueva época de naufragio, cuando en realidad especulamos en un tiempo de espera sobre los silencios de unas negociaciones de las que apenas sabemos nada.
Las voces de expresidentes y antiguos dirigentes de PP y PSOE junto con las de reputados juristas critican la inconstitucionalidad de una amnistía y las consultas hacia la autodeterminación. La ruptura con la transición y con la Constitución son los ejes de esta crítica. No se puede conceder lo que pide a Puigdemont. Aznar incluso ha llegado decir el pasado martes en un acto de la Fundación FAES, sobre las negociaciones del PSOE y Sumar con los independentistas para reeditar el Gobierno progresista: “Existe un riesgo existencial para la continuidad de España como nación” y “está en marcha una operación de desmantelamiento de la Constitución”. Por lo que insistió en la necesidad de concentrarse y movilizarse en contra de la amnistía y en contra de la “autodestrucción constitucional”. Al final, esto implicará un acto del PP el domingo 24 de septiembre –a dos días de la investidura de Nuñez Feijóo y pocos días antes de la marcha del 8 de octubre de Sociedad Civil Catalana-.
Si el tiempo largo para la investidura de Nuñez Feijóo se ha revelado inútil para conseguir el gobierno, este tiempo de voces y silencios tampoco parece favorecerle para realizar una investidura que le confirme como líder de su partido y como futuro presidente de gobierno. Aznar y su partido parecen forzarle a ser el líder de la oposición de un gobierno nonato. Mientras Sánchez en sus últimas apariciones refuerza ese tiempo de silencios necesario para unas negociaciones con sus interlocutores para intentar lograr la investidura y afirma que si hay un límite claro es la Constitución.
En realidad, todos estamos presos en la dinámica de una negociación que no conocemos y su constitucionalidad, al igual que sus consecuencias en el modelo territorial del Estado. Este tiempo largo de investiduras está propiciando una alteración de los papeles de los actores. El PP, partido ganador de las elecciones y protagonista de la investidura parece incapaz de conseguirla y propone una movilización y una estrategia de partido de oposición sobre las propuestas todavía desconocidas de un gobierno no nato. Mientras, el PSOE, el partido perdedor de las elecciones, tiene posibilidades de conseguir la investidura y propone preservar el silencio de las negociaciones conservando el espíritu de la Constitución, pero sin poder iluminarnos las incógnitas. En estos tiempos largos de investidura, tiempos de voces y silencios, echo de menos una democracia con una mayor capacidad de escucha y también de consenso.
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