Texto sentido

sanz Irles / Escritor /

Tortugas y lapislázulis

LEER nos aísla del mundo, pero no de otros libros; antes bien nos lleva a ellos, resucita antiguas lecturas que se trenzan con la que nos ocupa y la confirman, la desmienten, la alimentan.

Noviembre de 1918, de Alfred Döblin: un viejo seductor presume ante un joven de su última conquista (sin sospechar que es su novio):

…le he comprado de todo y lo lleva, por supuesto en el cuerpo desnudo, perlas en torno al cuello, un fino cinturón de plata con una gran hebilla de colores ciñendo el talle, por debajo del ombligo. El ombligo lo maquilla de oscuro, el cuerpo lo lleva completamente rasurado.

-No es posible -gimió Motz- ¿Todo el cuerpo?

El cuerpo rasurado, la mujer-bebé, no es nada nuevo, pero yo me quedo con el erotismo del ombligo en tinieblas.

Ese cuerpo de mujer sobre el que se abrochan argénteas hebillas y se ciñen perlas me llevó a la tortuga de Des Esseintes, el decadente protagonista de la novela de Huysmans, À rebours, que traduzco por A contracorriente (no me gustan los títulos en circulación: A contrapelo, Al revés o Contra Natura). Des Esseintes hace empedrar con gemas el caparazón de una tortuga, para que armonice con las tonalidades de una alfombra que no lo satisfacía.

Sería interesante colocar sobre esta alfombra algo que se mueva y que posea un tono oscuro […] decidió someter la coraza de la tortuga a un baño de oro […] no quedaría verdaderamente completa hasta que no estuviera incrustada de piedras preciosas.

¡Descartó diamantes, rubíes y esmeraldas por su vulgaridad y optó por crisoberilos, olivinas y lapislázulis! No sorprende que Óscar Wilde eligiera esta novela para que se la regalasen a Dorian Gray, llevándolo a su perdición.

Durante años, Dorian Gray no pudo librarse de la influencia de ese libro.

Pues bien, esa tortuga decadente y parisina me llevó enseguida a otra: la que encontró un rudo paleto junto a un camino polvoriento, en Las uvas de la ira, de Steinbeck. Aquí la decadencia no es estetizante, sino física, psicológica y social. La tortuga simboliza el penoso viaje de los Joad, desde la arrasada Oklahoma a una California engañosa y cruel.

Y sobre la hierba de las cunetas se arrastraba una tortuga, sin desviarse por nada, arrastrando la alta cúpula de su caparazón sobre la hierba. Sus duras patas y sus uñas amarillas trillaban la hierba lentamente […] Llevaba el córneo pico medio abierto y sus ojos, cómicos y fieros, bajo cejas como uñas…

Frente a la tortuga exquisita de Des Esseintes, el tosco quelonio de Tom Joad. Dos animales tan opuestos como lo fueron sus inventores, Huysmans y Steinbeck.

Dos tortugas, dos novelas, dos mundos: el decadentismo fin de siècle y el realismo social del XX. Antípodas literarias. Elijan el día adecuado para leer cada una. Lo contrario será un cataclismo en sus vidas.

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