Vivir en casa

Ahora, con el aumento de la esperanza de vida, la resolución de estos nuevos desafíos es estratégica

Con este sugerente nombre Vivir en casa se firmó esta semana el desarrollo en Málaga de un laboratorio de investigación internacional para la experimentación y transferencia de tecnologías orientadas a la asistencia de personas en el hogar. El fin en sí mismo es ya importante: lograr que las personas vivan, de forma autónoma y segura, el mayor tiempo que deseen en su propio hogar. Esto es un nuevo hito entre nuestra Universidad y la Junta de Andalucía, y pone a Málaga en la vanguardia de la investigación aplicada, dando respuesta nuevamente y desde el conocimiento a los retos actuales de nuestra sociedad.

En 2003 el profesor William Mitchell, del Massachussets Institute of Technology (MIT), creó el primer laboratorio donde "probar, validar, realizar prototipos y refinar, soluciones complejas en entornos reales en constante evolución". Hoy Málaga comienza la andadura de su Social Living Lab, en un espacio aproximado al doble del que dispuso el propio MIT y con el horizonte de integrarse en la red internacional ENLL (European Network of Living Labs). Si bien los objetivos y grupos de interés de los laboratorios que componen dicha red son diversos (turísticos, arquitectónicos, económicos, energéticos, etc.) el de nuestra ciudad es pionero en su dedicación tanto a personas mayores como a dependientes.

Es evidente que se trata de un ambicioso y fascinante proyecto, y para los que formamos parte de él nos supone un alto grado de responsabilidad. Málaga siempre ha sido una ciudad hospitalaria y ahora, con el aumento de la esperanza de vida, la resolución de estos nuevos desafíos es estratégica. La gran diferencia es que las personas que hoy llegan a la edad de jubilación tienen una predisposición a la tecnología muy diferente de la de sus progenitores. Para ellas el uso de un mando a distancia o de un teléfono móvil no son cuestiones insalvables, y el ordenador es una herramienta habitual en sus hogares. Por tanto, sus capacidades para adoptar dispositivos que eviten su soledad, mejoren su seguridad y cuiden de su salud en general, son un punto de partida esencial.

Los próximos años mostrarán que niveles de interacción y repercusión social alcanza esta nueva infraestructura investigadora en nuestra ciudad. Pero está claro que 50 años de universidad malacitana están eclosionando en un entorno social adecuado y ahora nos toca a todos disfrutar de lo conseguido.

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