El abrelatas

El cambio de rumbo que se desea imprimir a la política de EEUU no podrá hacerse sin errores y pasos en falso

Leo sin asombro que una columnista del Sunday Times, India Knight, insta al atentado personal contra Donald Trump como medio para acabar con la pesadilla que invade las noches blancas y los días dorados de la progresía internacional. La estilográfica de Trump puebla los sueños de quienes a la mañana nos cuentan como noticias el horror de sus delirios nocturnos. Las gruesas medidas de míster Trump -un zafio que sigue sin abrocharse la chaqueta- son presentadas de forma aún más zafia y grosera, abusando de lectores y audiencias, sin el menor análisis de contexto ni atención a los precedentes que las peores de ellas tienen -desde el muro contra mexicanos al veto a ciudadanos de ciertos países musulmanes- en otras de Obama o Clinton que nadie discutió en su momento. Y al mismo tiempo se ocultan, o se presentan bajo ángulos de sectarismo que debiera ser inadmisible, otros decretos que muestran el compromiso de la nueva Administración con sus votantes, prioritarios desde el primer minuto según todas las evidencias. Bocazas se llamó a Donald Trump desde alguno de estos Envíos. Sí, pero un bocazas que cumple sus promesas para escarnio de los que no cumplen ni con quienes los izaron al poder.

A mi amigo Ángel Pérez Guerra debo el hallazgo de la figura que me resume estos primeros tiempos de la presidencia de Trump: el abrelatas. El arte cisoria no incluye el uso del abrelatas: éste podrá ser sucio y antiestético, dejar rastros y rebabas, puntas y filos, pero es imprescindible para romper el blindaje de un recipiente sellado. Y eso es el legado de ocho años en los que Obama se ha valido de todos los medios para violentar los resortes de la política e imponer a la sociedad americana un aparato legal y cultural que atenta contra valores firmemente asentados en ella. El cambio de rumbo que legítimamente se desea imprimir a la política estadounidense no podrá hacerse sin errores y pasos en falso, un abrelatas no es un bisturí. Para ello hay que tener una gran fe en lo que se quiere, fe que la derecha europea perdió hace décadas. Sin embargo, cuando desde la izquierda se ha propuesto un cambio de esa intensidad, a pesar de las secuelas de violencia, ilegalidad y ruina con que adoba sus utopías y ensueños, los que hoy se desgañitan han solido ser altamente comprensivos. No el abrelatas, el martillo neumático les parece entonces leve como batuta de abedul.

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