Adolfo Hitler era comunista

12 de enero 2025 - 03:08

Pero no comunista de última hora, sino de siempre. De los que antaño llamaban zorrocotrocos. Lo que pasa es que, como judeomasón, era listo como el hambre y supo esconder sus intenciones. Por eso aparentó enfrentarse con ellos para ganarse a los grandes empresarios y la aristocracia alemana. ¿Y qué hizo? Simular que los metía, junto a los socialistas, en campos de concentración, que realmente no eran campos de concentración, sino de instrucción, donde se les entrenaba como verdaderos nacionalsocialistas y de donde salían meses después como miembros de las SA. El problema fue que algunos no se enteraron de que tenían que disimular y siguieron pensando que había que hacer la revolución, además de ser maricón. Y claro, Hitler no podía consentir que le descubrieran ni que hubiese maricones en sus filas. Porque un comunista nunca acepta a los que se separan de la ortodoxia. Por eso organizó la Noche de los Cuchillos Largos y se llevó por delante a su colega Ernst Röhm, que tenía la cabeza perdida con tanto vicio, y a otros tantos que, con gusto frívolo en el vestir, gastaban camisas pardas en lugar de los elegantes uniformes negros de Hugo Boss, al que no le nacionalizaron la sastrería por su estilo marcial. Al contrario de los que le pasó a Porsche, la BMW o las empresas de la familia Quandt, que no eran realmente de ellos, sino tapaderas de Adolfo para que nadie se diera cuenta que era un comunista que estaba realizando un reparto equitativo de la riqueza empezando por sus más estrictos colaboradores. Y por eso firmó el pacto de amistad germano-soviético.

El problema fueron las comunicaciones que, en la antigua Unión Soviética, no funcionaban mal, sino peor. Y no porque fueran comunistas, sino porque eran rusos. Por eso Stalin no entendió que lo que quería Hitler en el 1941 era acercarse a la Plaza Roja acompañado de casi cuatro millones de soldados y cuatro mil tanques y aviones para celebrar con un desfile el triunfo del comunismo en Europa y, como Stalin estaba en su dacha harto de vodka, pensó que habían descubierto su condición de fascista y lio la de Dios es Cristo.

Y todo esto no es que me lo haya inventado. Es que se lo ha contado Alice Weidel, candidata de la extrema derecha alemana, a Elon Musk y me lo ha confirmado Ignacio, mi tabernero, que con sano juicio sostiene que, en los tiempos que nos han tocado, solo nos queda la risa, el sarcasmo y el cinismo.

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