Félix Godoy
José María Muñoz no puede seguir al frente del Málaga CF
Durante los primeros años de la escuela y de la infancia, se fraguaban las amistades más puras y emocionantes. Como un imán, atraídos por esa química inexplicable, nacía una limpia complicidad configurada por la aventura y lo desconocido. Los primeros secretos y ese despertar a la vida se realizaban de manera conjunta. En nuestros rostros infantiles se bosquejaban el asombro y las insaciables ganas de vivir y descubrir qué había más allá de aquellos cerros añiles, lejanos y vívidos al mismo tiempo. Como si después de aquellos oteros inexplorados, de siluetas caprichosas y extrañas, el mundo desembocara en la nada con una cascada luminosa. En aquel tiempo nos creíamos inmortales. La vida se extendía hacia el infinito, más allá de los cerros, las montañas y los ríos oscuros. Y los recuerdas uno a uno como si hubieran sido tus hermanos. Sus risas, las discusiones, los secretos, las carreras hacia ninguna parte y los absurdos partidos de fútbol donde se metían goles con la mano para empezar a discutir y a pelear y, en un instante, emergía aquella ingenua reconciliación que nos parecía abismal.
He vuelto al pueblo de mi hermosa infancia. Nos hemos mirado de reojo. Un saludo gris con la cabeza ha quedado suspendido en nuestra mirada huidiza. Y el corazón se me queda sobrecogido porque en ocasiones rememoro aquella vida lejana que nunca debió concluir… y permanece en la garganta una congoja amarga difícil de suavizar. A veces pienso que ya conocen los derroteros por donde ha discurrido mi vida licenciosa; sin embargo, desconocen que soy muy feliz y que en aquellos lejanos años ni me planteaba que yo fuera un invertido. Por esto, terminamos agrupándonos como perros abandonados. Pero la vida sigue, discurre con absoluta monotonía unas veces y con los consabidos sobresaltos otras.
La vida no se permite la licencia de separar o configurar nuestro devenir atendiendo a estas inclinaciones para unos, desviaciones para otros. La dialéctica de todo esto fluye de la misma manera en cualquier caso. El tiempo mismo va agrupando o separando a todos aquellos que te han fallado, se han olvidado o sencillamente el devenir nos ha distanciado. Es curioso, la vida es una sucesión de instantes que unos olvidan antes que otros. Cada persona, que has ido conociendo a lo largo de esta sucesión, ha dejado una huella indeleble que va marcando tu carácter y tu manera de sentir o querer. Y llega un momento en que te cruzas con alguno de ellos, esos que marcaron nuestras vidas en silencio, y todo queda en nada, como aquel paisaje febril de nuestra infancia.
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