La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La amnistía obedecida

La ley de amnistía no ha sido realmente negociada, sino dictada por sus beneficiarios y obedecida por el extorsionado

Si la ley de amnistía ya era impecable en su redacción anterior (la que Junts tumbó el 30 de enero), la aprobada el jueves en la Comisión de Justicia del Congreso ha de ser impecabilísima. Si aquélla era robusta y nítidamente constitucional, ésta será hercúlea y superconstitucional. El no va más.

No sólo eso. El ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños –notable cínico– ha llegado a felicitarse a sí mismo por esta hazaña jurídico-política que convierte a la democracia española en “referente mundial”. Qué duda cabe: referente mundial en aprobación de leyes con nombres y apellidos, amnistías elaboradas hasta el último detalle por sus futuros beneficiarios, reconciliaciones que consagran la desigualdad ante la ley y negociaciones en las que sólo una parte cede y la otra exige.

Esto último merece un pensamiento. En este pacto PSOE-Junts, aparte de su envoltorio de humillaciones y desplantes, no ha habido tiras y aflojas, concesiones mutuas y flexibilidad de argumentos y posiciones. Uno de los bandos, el que está fuera de la ley y busca la impunidad de sus delitos, ha impuesto sus reivindicaciones, y el otro, el legítimo y democrático, las ha ido aceptando todas. Las de partida y las sobrevenidas al ritmo de los acontecimientos judiciales. Cada vez que un juez o tribunal ha puesto en peligro la impunidad de Puigdemont, o él ha temido que pueda ponerlo, la ley ha sido rectificada a su estricta conveniencia. Así es como se ha ampliado el plazo para su aplicación a ciertos delincuentes, se ha vinculado la excepción de los delitos de terrorismo a las directivas europeas sobre la materia y no al Código Penal español y se ha incrustado en la excepción del delito de traición la coletilla de que se haya producido una amenaza real con uso de la fuerza (ni la trama rusa será sancionada, pues). Todo lo que pueda perjudicar, incordiar o incluso hacer recelar a Carles Puigdemont ha ido cayendo del texto original de la proposición de ley.

No ha sido una negociación, sino una claudicación, gestionada a plazos para que se vea mejor quién ha mandado en ella. Una amnistía no pactada, sino obedecida. Humillante para la mayoría de los españoles que la rechaza abiertamente, humillante para el Congreso de los Diputados forzado a debatir un nuevo texto sin conocerlo y humillante para un presidente de Gobierno legítimo que se pliega sumiso a la extorsión más infame. Y ahora vayamos decididos a por la autodeterminación...

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