Brindis al sol
Alberto González Troyano
Vieja y sabia
El balcón
El PSOE celebra en Sevilla un congreso de fervor a Pedro Sánchez en su momento de mayor debilidad en Andalucía. La federación socialista constituyó el partido tras ser el más votado en la región en las generales de 1977. Aunque estaba el influyente PSA de Rojas-Marcos, pronto se hizo con el santo y la limosna. Arrasó en las primeras autonómicas del 82, liderado por el carismático Rafael Escuredo e instauró una hegemonía de 36 años y medio. Practicó un nacionalismo suave, convertido en andalucismo de alta intensidad cuando el PP mandaba en La Moncloa. Cosa que ahora imita Moreno Bonilla.
El PSOE andaluz se empoderó por un golpe de mano de Rodríguez de la Borbolla en marzo de 1985, eliminando de la ejecutiva regional a los popes socialistas que ejercían en Madrid. Se enfrentó a Alfonso Guerra, que le advirtió que lo pagaría caro y cumplió: el poderoso vicesecretario general eliminó uno a uno a los peones de aquella ejecutiva, hasta apear al propio Borbolla en 1990. Pero su sustituto, Manuel Chaves, pronto se independizó del guerrismo.
En la época de mayor apogeo, los ocho secretarios provinciales eran diputados en el Parlamento andaluz, donde se coordinaban e influían. Chaves hacía coincidir autonómicas con generales. El aparato socialista andaluz parecía imbatible. Y a pesar de su predominio regional, perdió todas las batallas nacionales. Estuvo con Almunia, Bono, Chacón y Susana Díaz, contra Borrell, Zapatero, Rubalcaba y Pedro Sánchez. Y fracasó. Sólo ganó una vez: Díaz se implicó a fondo para impedir que Madina fuese secretario general en 2014 y amadrinó la llegada al poder del rival que creía más débil, el mismo Sánchez que llega a Sevilla como única autoridad competente.
El poderoso PSOE andaluz debía su fuerza a la institución. Sus jefes durante tres décadas, Chaves, Griñán y Díaz, fueron primero presidentes de la Junta y después secretarios generales del partido. Incluso su actual líder fue elegido candidato a la Presidencia de la Junta y después designado por aclamación secretario general. Sin la Junta, se ha convertido en un partido irrelevante. Felipe González lo retrataba en este diario el domingo: “no somos tercera fuerza en Andalucía, porque no hay segunda fuerza”. Su liderazgo territorial no se ejerce desde Andalucía. Ningún secretario provincial es diputado ahora en el Parlamento andaluz. La mayor parte está en Madrid, de diputados o senadores, pendientes del único poder existente. Con un PSOE andaluz desnortado sin el BOJA, Andalucía ha sido adelantada por la derecha.
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