Mar de fondo

Julián Molina

El arte de los negocios

16 de septiembre 2015 - 01:00

AYER se celebró una edición más del Toro de la Vega, para recordarnos aquello que decía El Roto, que el hombre retrocede del mono. Una espectáculo grotesco, que no solo deja en entredicho a esos bípedos que corren a alancear al pobre animal, sino también a los que se refugian en el tópico del arte y la cultura para defender la tauromaquia. Resulta muy curioso cómo hay cierta aceptación y unanimidad general al calificar de barbarie lo de alancear un toro en el campo, pero sin embargo ver como arte y cultura lo de acuchillarlo en una plaza. Yo, que no entiendo mucho de arte, no veo una gran diferencia entre una cosa y otra, y no se si terminaría de decidirme entre que me alanceen o me apuñalen. Y no creo que los animales tengan sentimientos como las personas, aunque demasiadas veces sí que las igualen en inteligencia, pero no deja de sorprenderme en ocasiones la capacidad de autoengaño del ser humano. Y la fuerza de los tópicos. Los toros son arte, siempre que sea a estoque. Pero con lanza ya es barbarie. ¿Y con sable sarraceno, que será? ¿Yihadismo?

Los toros son un negocio, y como negocio uno los puede respetar. No por nada, sino porque de lo contrario me tendría que plantear también el sufrimiento del resto de animales, y eso dejaría muy en el aire cosas como el solomillo, en su punto, con su ribera del Duero y sus patatas a lo pobre. Y hasta ahí podíamos llegar. Pero la pamema de que es arte ya me cuesta más digerirla, sobre todo si el Toro de la Vega sí que acordamos que es barbarie. La tauromaquia es un negocio, como el paté francés, que tampoco creo que tenga gran aceptación entre los patos. Y ser negocio hoy en día es justificación suficiente, sin necesidad de arrogarse ningún arte. Como negocio es también el Museo Taurino, y muy rentable, por cierto. Aunque solo para Juan Barco, el concesionario, eso sí. Se queda con un edificio en pleno centro y un restaurante en la terraza, todo casi de patilla. Eso sí que es arte, y no la tauromaquia. El arte de hacer negocios, y darle veintisiete pases a Bendodo, o quizá el arte de Bendodo de darle veintisiete pases a la oposición, y brindarle la faena a Barco. Aunque realmente la faena nos la han hecho a nosotros, y bien, que nos sale por un pico. En nombre del arte y la noble tradición taurina, eso sí. Pero, ¿a que jode igual?

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