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Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
EL juzgado de Huelva que instruye el caso por la desaparición y muerte, en 2008, de la niña Mari Luz Cortés ha emitido un auto de incoación de sumario ordinario contra el pederasta Santiago del Valle, su hermana y su esposa. El trámite es inmediatamente previo a que las partes formulen sus escritos de acusación o petición de sobreseimiento de las diligencias, lo cual quiere decir que se acerca el deseado momento en que la familia de Mari Luz empiece a percibir la reparación debida a su terrible sufrimiento de la única manera que el Estado democrático puede dársela: sometiendo a los inculpados a un juicio con todas las garantías legales que determine su grado de culpabilidad y el castigo que les corresponde. El auto contiene la imputación formal que se le hace a Santiago del Valle como presunto autor del asesinato de la pequeña y un delito contra la libertad sexual, implicando a la hermana en el asesinato y reduciendo la imputación de la esposa al encubrimiento de los hechos. La investigación judicial, que concluyó hace mes y medio, permitió conocer que las pruebas practicadas en pelos y tejidos de las pertenencias de los acusados no los implicaban directamente en el crimen, aunque existen otras pruebas que les incriminan, incluyendo la propia declaración del pederasta, que reconoció haber atraído a la niña con un peluche y haberse deshecho de su cuerpo arrojándolo a una alcantarilla. El desgraciado suceso, que conmovió a la opinión pública nacional y despertó una oleada de simpatía hacia el movimiento ciudadano que exige agravar las penas para los delitos de violencia sexual contra menores y otros, adquirió un perfil aún más dramático al conocerse el fallo de la Administración de Justicia que hizo posible la propia comisión del asesinato, ya que Santiago del Valle tendría que haber estado en prisión para cumplir una sentencia firme que le había sido impuesta por un delito anterior, también de abuso de menores. Esta deficiencia del sistema judicial, que ha provocado sanciones a un juez y una secretaria, junto al carácter execrable del crimen de Mari Luz y la psicopatía del autor dieron una dimensión excepcional al caso, que ahora, por fortuna, se encamina hacia su desenlace.
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