Bajas emisiones turísticas

19 de octubre 2025 - 03:10

Cuando la mancha de nuestro petróleo turístuk-tuk se extiende por Cenacheriland, alegra la cesta de la compra pasarse por algún mercado municipal que se mantenga en funcionamiento sin demasiada subvención asistida o que no esté a punto de palmar. El turismo de mercados es un ingrediente imprescindible para todo chancletero que se pasee por ciudad extraña. Los viajes y escapadas a lo desconocido son otra conquista social como las vacaciones pagadas o viajar enlatado y berberecho en vuelo low-cost. Tal como se están poniendo los hosteleros precios, hasta en los apartamentos turísticos también se cuecen habas. Se cocina quiero decir. El mercado de Atarazanas merece la visita hasta por su valor arquitectónico. En menos de una década se ha transformado en la zona de restauración con vistas a pescaderías, carnicerías y fruterías muy instagrameables. Como sus alrededores impolutos. En cambio, en el mercado de Huelin, los contenedores de basura están repletos hasta los topes, el bullicio de sábado de churros y cañas vibra a eso del mediodía. Todo se mueve a ritmo de carrito de compra esperando el turno de atención. Un paisanaje haciendo recados en los establecimientos de toda la vida donde el comerciante pregunta por cómo va la nieta o le da recuerdos para Trini que hace días que no la ve. Un ambiente de paciencia como de tiempo sepia, con estoicismo vivaz, sin malas caras, tan del sur. Será porque también las calles de alrededor andan en obras y eso encurte en este caso. Entre las panaderías, tiendas de productos saludables me llamó la atención un taller de costura y unos cuantos puestos de trapa caída. En esta escena que le describo había algo raro que me rascaba, algo que no me encajaba como en las imágenes que se generan con inteligencia artificial. Me lo advirtió la santa: fíjate, no hay ni un turista…. Tenía razón, faltaba el grupito de cruceristas haciéndose selfis delante de las pilas naranjas, tomates y pimientos… Lo que sí abundaba era un montón de inmigrantes de los que se lo curran y se sacrifican como un autónomo cualquiera al que los quieren subir el rejón mensual de la Seguridad Social. Fíjese como queriendo comérmelo y bebérmelo, descubrí una zona de bajas emisiones turísticas que me enriqueció con una experiencia medioambiental mucho más auténtica, agradable y económicamente sostenible, que es como denominan los neotiesos pedantes a eso de ahorrar unos cuartos para sobrevivir.

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