A las barricadas

24 de enero 2025 - 03:07

Casi sin darnos cuenta, hemos pasado del buenismo al malismo. Se veía venir, manifiestan los más avispados. Tampoco había que ser un profeta de primera categoría. ¿Nadie veía que tratar de imponer una ideología con calzador en muchos casos, a destiempo y sin una reeducación previa supondría su reacción correspondiente? Esa avalancha de wokes mal elaborados, mezclando fideos con arroz, aderezados con soja y vinagre, e intentando que todo el mundo los trague a la fuerza, ha supuesto un resurgimiento del malismo puro y duro cargado de amenazas y vendettas. Llegué hasta la extenuación en todos mis artículos anteriores advirtiendo del peligro que se avecinaba si no nos moderábamos. Dicha moderación me sirvió para recibir bofetadas por ambas partes: por progre y por facha. Si no aprendemos de nuestros errores históricos, volveremos a repetirlos. La ley del péndulo no falla, aunque algunos no sepan ni lo que es un péndulo. Parecía que nos íbamos a comer el mundo con nuestro aperturismo y nuestro buenismo trasnochado.

El discurso del César fue de lo más inquietante, se cebó incluso con sus predecesores tildándolos de traidores. Sus acólitos saludaban de una manera macabra. El pueblo, la gran masa, había sido abducido completamente, obviando asuntos tan graves como el asalto al Capitolio y las engorrosas acusaciones que recaen sobre el nuevo déspota. Se trata del primer presidente convicto. Definitivamente, el mundo se ha vuelto loco. Como aquel 30 de enero de 1933.

Resulta que apoyar al débil y a los oprimidos es algo contraproducente. Considerar que haya personas que sufren porque su mente no se encuentra en sintonía con su sexo es una aberración. Cuidar el planeta y promover un sistema de vida limpio y sostenible resulta absurdo. Considerar que una es dueña de su cuerpo y de su vida es un anatema. Ayudar a los más necesitados es algo estúpido. Promover un sistema más igualitario e invertir en los organismos públicos sencillamente es demencial.

Creíamos que el mundo evolucionaba hacia una esfera más humana, pero vamos a retroceder al primitivismo. Es hora de hacer autocrítica y admitir que hemos invadido ciertos espacios con cierta celeridad. Hemos apoyado a los que se apropian de la propiedad privada, hemos dado voz a los que se sienten perro o gato, hemos eliminado de un plumazo organismos privados, hemos acogido a delincuentes, hemos sonreído a los terroristas que no muestran ni una pizca de arrepentimiento y le hemos puesto una alfombra roja a los golpistas, permitiendo que nos gobiernen.

Ciertamente, cuando EEUU estornuda, Europa se resfría. Deberíamos ir preparando las barricadas.

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