Cenacheriland

Ignacio del Valle

El beso tapiado

La indignación y apoyos se han propagado por las hogueras sociales en este octubre majarón

Idígoras ha hecho la cobra en el soho Lagunillas. Pintó un beso aromatizado con un verso de Aleixandre y le afearon en mayúsculas violeta. Machirulo.

Ángel Idígoras además de dibujante es mago. Nos hace evadir de la insoportable actualidad con una carcajada atragantada con café. Abogado de causas pobres y muchos encargos por la cara, le torcieron su mejor intención. Regala un mural al barrio y le devuelven un grafiti. En vez de una esquina señalada para el ceda al beso, al amor, le han multado con la intransigencia de la dirección y neolengua obligatoria.

Hay besos y versos robados, pactados, de pose. El morreo inspirador frente al Ayuntamiento de París fue polémico en los años cincuenta de carboncillo. Una pareja de listos demandó al autor reclamando su protagonismo y dinero. Rober Doisneau fotógrafo de la instantánea cantó en el juzgado que había contratado a unos estudiantes de arte dramático para componer la escena, pero que el ramalazo de amour fou fue real. El poder de la imagen detiene las prisas en una metrópolis cabreada. Caras largas, asoma un coche y zas. Enamorados que se abrazan hasta la garganta. En una centésima de segundo hay esperanza para el optimismo.

Idígoras cenacherizó la escena parisien con La Farola bicentenaria. En vez de iluminar, la indignación y apoyos se han propagado por las hogueras sociales en este octubre majarón. Hay besos negros, arcoíris, rosas, besos camuflados y forzados chunguísimos. Mal beso es el que no se corresponde. Besos que ya no serán lo mismo en la esquina de Lagunillas. Ángel Idígoras pidió disculpas. Meditaría antes de censurar el verso del poeta y premio nobel: "La memoria del hombre está en sus versos". Y la memoria de las mujeres ¿dónde está? Recriminan.

Ante la ofensa sorpresa, la performancia tomó un giro inesperado. Brochazo y adiós mural. Ahora es una pared vacía. Un lienzo de ladrillo vulgar oliendo a pintura fresca. Idígoras se marchó con sus pinceles a otra parte. Antes de renegar de Vicente Aleixandre, siguió su ejemplo y se exilió de ese territorio en disputa. Ya le sugería que Idígoras dominaba la magia y las mañas de escapista. Deshizo el nudo de este absurdo con el humor negro y escarmiento que tanto nos va. Nos quedamos todos con cara de gilipollas o gilichichis, con un palmo de ladrillos grises en las narices.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios