Por montera
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Nada hay nuevo bajo el sol, y menos en política y en tiempos convulsos, donde las ideologías se vuelven brumosas, indefinidas, confusas y se pervierten para ser tan solo instrumentos para alcanzar el poder. Son en estas épocas cuando suelo buscar refugio en el humor, en las sátiras políticas y sociales. Y hay dos obras que siempre me han hecho razonar y hasta, en cierta forma, han influido en mi forma de pensar y ver el mundo, la política, la economía y la sociedad.
“Rebelión en la granja” es una obra del británico, socialdemócrata del Partido Laborista Independiente, George Orwell que, con esta sátira, ridiculizó los totalitarismos tanto fascistas como comunistas. En una granja, alentados por el Viejo Comandante, un cerdo que antes de morir propugna una rebelión animal contra el granjero y regirse por sus propias normas, se instaura un nuevo régimen en el que los cerdos, como más inteligentes, se hacen con el poder, siendo dos de ellos, Napoleón y Snowball, los máximos dirigentes. Pronto surgen diferencia y Napoleón atiza a los perros contra Snowball y se queda con el poder absoluto. Las normas igualitarias, inicialmente establecidas, se van cambiando, según el interés de los cerdos, por dictamen de Napoleón. Al final todos los animales acaban siendo esclavos de unos pocos, los cerdos, que acaban comportándose como los humanos. Pero aún me asombra más que nuestro sol siga dando la misma sombra que la que daba hace dos mil quinientos años en la Atenas que luchaba contra Esparta en la denominada Guerra del Peloponeso. En unos momentos difíciles por la guerra, con los campos destruidos, las minas sin explotación y el comercio hundido, con una parte de la población ateniense pensando en la revancha y otra parte buscando un cambio en el sistema, era lógico que se considerase el “comunismo” como una vía posible. Aristófanes, un comediógrafo experto en la sátira social y un crítico exacerbado con los políticos, recoge este sentimiento junto al tema de género, también latente en aquella sociedad y que ya había tratado en la comedia anterior, “Lisistrata”, y construye “Las asambleístas”, comedia estrenada en el 392 a.C. La obra, que es una crítica contra el gobierno ateniense de la época, cuenta como las mujeres, encabezadas por Praxágora, maniobran para tomar el poder e instaurar una serie de reformas encaminadas a eliminar la propiedad privada, colectivizar las tierras, nacionalizar las industrias y los negocios, imponer la igualdad sexual entre jóvenes, viejos y feos y hacer comunal el matrimonio y los hijos (esto ya lo intentaron Lenin y algunos socialistas utópicos en sus comunas). Dice Praxágora: “Tendremos especial cuidado en dar copiosamente de todo a todos”.
Para finalizar, Aristófanes acaba la obra con un banquete que organizan las mujeres donde llevan al sumun la paridad e igualdad confitando un plato, que ha de gustar a todos y todas, al que llaman, en palabra inventada por el comediógrafo y que ha resultado ser la más larga de la literatura universal, traducida al español: “platoderodajas depescadoconrayarestosdecabezadetiburónpopurrípicanteconsilfiocangrejodemarconmielderramadatordosobremirlodemartorcazpalomacabezadegalloasadazambullípichónliebrecocidaenvinoycrujientesaletas”… A buen entendedor, pocas palabras bastan.
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