EL ESPONTÁNEO

Juan Cachón Sánchez

De buena tinta

SONÓ insistentemente el portero automático. En un principio pensé que era mi sobrino que venía a felicitarme por mi cumpleaños, pues nací el mismo día que entraron las tropas nacionales en Villaviciosa de Odón, que coincide con la onomástica de San Ramón Nonato. Siempre me lo recuerda, es muy cumplido, estudió en los escolapios de la calle Hortaleza de Madrid y eso marca. Pero resulta que, en el apresuramiento, salí con el albornoz a barlovento como una hurí de Las mil y unas noches y media cara llena de espuma de afeitar La Toja. Y cuál fue mi sorpresa que era mi vecino el republicano del ático, don Nicolás, que cuando llega esta época de principios de verano se le reproduce un orzuelo que, según su versión, se debe a un trozo de metralla que le rozó el trigémino cuando recogía percebes en la playa de Normandía -casualidad- el día D a la hora H. Lo único que sé de don Nicolás es que goza de una holgada pensión, está en posesión de la Legión de Honor francesa y siempre que me lo encuentro en el descansillo de la escalera me da la monserga con la armónica tocando La Marsellesa, que lo mismo puede ser Agua, azucarillos y aguardiente, La verbena de la Paloma o el Bolero de Ravel. Como está sordo cual tapial de adobe, sólo sabe responder: "Merci beaucoup".

Acto seguido, se infiltró sigilosamente sentándose en el sofá guateado y me espetó: "Tengo informaciones secretas de buena tinta", todo esto en un francés macarrónico con acento normando, pues le encanta la lengua de Víctor Hugo y siempre que lo veo, además del periódico, lleva un ejemplar de El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas. Don Nicolás se cree que es el doble del mariscal Petain desde que doña Trini, la vecina del quinto que estuvo en París de camarera en una boite du nuit de los Campos Elíseos, le contó que había visto la película Casablanca y no hay quien le meta en la cabeza que Rick es el mariscal Petain, el negro que toca el piano es Antonio Machín y Peter Lorre el repartidor del butano, cosas de la edad o del síndrome de Tourette, pues la mayoría de las veces doña Trini confunde a su marido con el almanaque. Por eso un día le llama Ponciano, otro Hipólito, Tarsicio o Magín, depende del santoral y así hasta los casi setecientos etcéteras de nombres que tiene nuestro susodicho santoral, una de las joyas de nuestra España cañí. Don Nicolás, por haberse alistado a las Brigadas Internacionales, recibió como regalo en su 90 cumpleaños un televisor de plasma del Gobierno galo que le sirvió para atisbar todos los spots publicitarios de todas esas señoras estupendas que querríamos tener como amantes cuando levantan las faldas y debido a todo esto mi querido y pelmazo vecino viendo una de estas escenas cayó fulminado víctima de una lipotimia eréctil. Lo garantizo de buena tinta.

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