Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
LA cuestión que ha suscitado la publicación de la famosa carta de Trichet de agosto de 2011, en un libro de memorias de Zapatero, es la de por qué la muestra ahora y no cuando la recibió como presidente del Gobierno. Según ha afirmado, lo hizo por prudencia, para no generar inestabilidad. Pero la verdad que nos ocultó no fue tanto el contenido de la misiva como su significado: que a causa del deterioro de nuestra deuda, el gobierno de entonces, como el de ahora, había perdido todo margen de maniobra y la suerte de nuestra economía estaba en manos del BCE.
Parece que no acabemos de asimilar la naturaleza de nuestra integración en la UE y , sobre todo, la incorporación a la moneda única, con la consecuente pérdida de soberanía a favor de las instituciones europeas. Los devastadores efectos de la Gran Recesión han acabado con la capacidad de decisión que nos quedaba en materia económica y monetaria. Las cosas son como son y ocultar la realidad no ayuda a resolver los problemas: la llave para salir de la crisis está en manos de las instituciones de la eurozona. Desgraciadamente, el grave problema de su déficit democrático se ha visto agravado por el bloqueo que sufre el proyecto europeo. Las políticas neoliberales aplicadas en Europa frente a la crisis, que solo han servido hasta ahora para profundizar la recesión, son para los arrogantes dirigentes europeos dogmas que no están dispuestos a someter a discusión.
La UE es el fruto de una ambiciosa idea, una superestructura política dotada de instituciones que gobiernan asuntos básicos que afectan a más de quinientos millones de europeos. Pero es también un proyecto democráticamente anémico que carece de un espacio público y democrático, de un ámbito europeo de debate sobre las políticas que se aplican y sus alternativas. Uno de los peores estragos de la crisis es haber dividido aún más Europa en países acreedores y deudores. Pero la UE está, antes que nada, formada por ciudadanos con similares intereses, trabajadores y clases medias que en mayor o menor medida sufren las consecuencias de las erráticas políticas de sus dirigentes. Es imprescindibles articular ese cuerpo social europeo. Y dotar del necesario aliento democrático a la Unión Europea, ya que de su desarrollo dependerá un buena medida nuestro futuro y el de nuestros hijos. Si no es así será un proyecto fracasado. Hoy esa Europa democrática está en peligro por el despotismo ilustrado de quienes la gobiernan.
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