La conjura de los pancistas

15 de mayo 2020 - 01:32

No sé por qué, pero a los españoles (y sobre todo a nuestros líderes políticos) algo nos envenena el alma, nos nubla la razón, nos impide ver con amplitud de miras. Tal vez sea la razonable desconfianza histórica frente a la voracidad de los poderes establecidos (políticos, religiosos, económicos…); ese analfabetismo pegado a la tierra, incapaz de mirar al horizonte y de preguntarse qué hay un poquito más allá de nuestro ombligo; la larga tradición de mandar y obedecer, de creer sin rechistar, de hambre y de sinrazón, de mirarnos unos a otros de reojo, desconfiados, incapaces de unir nuestras fuerzas, recelosos de los proyectos comunes… No sé. Y aunque no creo en eso que se llama "el alma de los pueblos", como si hubiera una esencia pueblerina que diferencia a unos territorios de otros, y desde luego, soy incapaz de pensar lo español (o lo alemán o lo chino…) como una excepción de no sé qué, cuando sabemos que la naturaleza nos hizo a todos -a la humanidad entera- con el mismo barro, lo cierto es que, en lo que concierne a los asuntos políticos, a los españoles algo nos envenena el alma.

"Para mí, en este combate, éste no es un Gobierno de un partido adversario, sino el Gobierno de Portugal, al que todos tenemos que ayudar en este momento… Señor primer ministro, cuente con la colaboración del PSD. En todo lo que podamos, le ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte, porque su suerte es nuestra suerte " Así se expresaba el líder de la oposición (portuguesa) al inicio de esta pandemia. Palabras parecidas se han oído en el Reino Unido, en Francia, en Italia…, por parte de líderes opositores de distintas ideologías en relación a las medidas que aprobaban sus gobiernos (también de distintas composiciones ideológicas). Sabemos que el resultado de algunas de esas políticas es como poco criticable y -por decirlo de alguna manera- peor que el de nuestro país, y a pesar de eso, ellos son capaces de remar juntos y en la misma dirección. Nosotros, no.

Sin duda, un triste ejemplo ha sido el Pleno del Congreso para aprobar la cuarta prórroga del estado de alarma decretado por el gobierno. La pobreza y la inoportunidad (a veces, delirante) de los argumentos esgrimidos, la división "de facto" en el parlamento, muestra -además de tontura histórica y podredumbre moral- nuestras debilidades políticas y la falta de ese mínimo sentido de estado que es la defensa del bien común.

La RAE define "pancista" como tendencia o actitud de quienes acomodan su comportamiento a lo que creen más conveniente y menos arriesgado para su provecho y tranquilidad. Al margen de partidismos (y asumiendo que si la situación política fuera otra, tal vez los unos hubieran hecho algo parecido a lo que ahora hacen los otros), lo cierto es que así se han comportado muchos de nuestros líderes políticos, ahora, cuando aunar esfuerzos y colaborar a favor de una causa común: la causa del pueblo, es la principal tarea. Y lo peor es que esa tensión está arraigando en la calle. Tenemos un país grande, hermoso, con sus defectos y sus virtudes, con sus enormes posibilidades: Pasado el tiempo, no digamos de él: "entre todos lo mataron y él solito se murió". Inmersos en una crisis sanitaria, económica, política y social de tres pares de cojones, debemos responder como auténticos patriotas, no como pancistas miserables.

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