El cuerpo hecho

Alto y claro

05 de mayo 2025 - 03:07

La política española está marcada por una subasta de insultos, groserías e insensateces en la que cada día se supera al anterior. La semana pasada, por elegir solo unos cuantos ejemplos, escuchamos al presidente de Vox, tercer partido con mayor representación en el Congreso de los Diputados, llamar capullo al presidente del Gobierno durante una comparecencia pública. La vicepresidenta primera y líder de los socialistas andaluces no encontró mejor argumento para defender la gestión del Ejecutivo en el apagón que tirarle a la cabeza al PP su actuación durante el atentado terrorista de Atocha, hace 21 años, el hundimiento del Prestige en 2002, o el accidente del Yak 42 que ocurrió en 2003. Para completar la lista, pocas horas después de que se produjera el corte de energía eléctrica, que sumió al país en una profunda convulsión, el presidente de la Junta, Junta, Juanma Moreno, apuntó el sabotaje informático como la causa de la caída eléctrica sin que se sepa muy bien en que fundamentó tan arriesgada afirmación. Como para estar tranquilos con nuestros representantes públicos.

Dirán ustedes, y no les faltará razón, que es más de lo mismo y que tenemos el cuerpo hecho a cosas similares. La diferencia es que en los últimos meses hemos asistido a un deterioro de la situación mundial sin precedentes en décadas y que cada vez con más frecuencia se producen hechos de previsión imposible que cambian el panorama de una forma radical. El apagón de la semana pasada es, por ahora, el último episodio de una sucesión que demuestra que la seguridad ha dejado de ser un valor estable.

En esta época de incertidumbres el hecho de que no haya una política fiable añade más leña al fuego. Es ahora cuando se necesitarían políticos capaces de transmitir confianza a la ciudadanía. Hoy por hoy parece que eso es mucho pedir y que la clase dirigente encuentra mucha más comodidad en buscar culpables e insultarse que en arrimar el hombro. Para los tiempos actuales y los que parece que vienen es una mala receta. La crisis eléctrica ha demostrado que ni las situaciones más graves son capaces de elevar mínimamente el tono y que la política se ponga en situación de ser útil a sus representados. Los ciudadanos haremos muy mal si consideramos que es un mal inevitable porque le estaremos abriendo la puerta al populismo y al radicalismo. Mejor que no se nos haga el cuerpo a tanta mediocridad.

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