carlos navarro antolín

Un debate que no altera en San Telmo

El novillero del cartel, el profesor Hierro, renunció a poner en jaque las gestiones de Susana Díaz y Juan Espadas

El debate de las primarias aumentó la sensación de calor. Qué sopor. Qué hartura de lenguaje inclusivo, impostado, de bienqueda, de enciclopedia con lomos dorados en la estantería del salón para que parezca que en la casa se lee. Mi Juan (Espadas), de blanco inocente con pantalón pitillo modelo Sánchez, fue el más técnico, el más institucional, el que primero se dirigió a sus compañeros por sus nombres de pila. Beneficiado por la posición central en el plató. Susana, de verde andaluz tonalidad césped, sonó inevitablemente a personaje demasiado conocido. ¿Está amortizada? El domingo sabremos. La derecha pone velitas para que ella gane las primarias. Luis Ángel Hierro, de cofrade de barrio con terno multiusos para bodas, bautizos y comuniones, aludió a los jóvenes que están "diez años estudiando una carrera". Golpe bajo del profesor a Susana, que se pasó una década para acabar Derecho. Por cierto, ¿y esa terrible primera persona que usó el doctor Hierro en un momento del debate? "Como economista que algo sé del tema". Uf. Cuando oí al profesor Hierro declarar la muerte del neoliberalismo, me imaginé a algunos buscando la esquela, amén de mirar la cara de Susana por si ella estaba de acuerdo con la economía keynesiana... Hierro habló del "liberalismo, lo microeconómico y lo macroeconómico". En ese momento debieron pasarse al telediario de Canal Sur en muchas agrupaciones. El PSOE ha debido cambiar mucho, muchísimo, de aquel que ganaba presentando una cabra a tenor de los enfoques de los asuntos que hicieron los aspirantes. Hierro aludió a las políticas municipales de Espadas, por lo que obligó a mi Juan (ay) a aludir a Sevilla, punto flaco de su perfil en la Andalucía cainita. En la segunda parte aumentó el sopor. Susana queriendo meter la memoria histórica en los colegios, asunto del que se habla todas las mañanas en las cafeterías, en los centros de día y en la cola de pan por las que hilan, que hilan tela. Hierro siguió consagrado a la cruzada contra el liberalismo. Mi Juan le compró a Susana la mercancía de la memoria histórica cuando ya no era necesario. Hierro, que era el que podía, renunció a cuestionar qué habían hecho sus compañeros de debate para poner en práctica sus ideas en sus respectivas parcelas de poder: Susana en la Junta, que de hecho perdió, y Espadas en el Ayuntamiento. Hierro quemó el comodín de Queipo. Y poco más. Todo plúmbeo, medido y plano por la dictadura de lo políticamente correcto que marca a los partidos de izquierda. Susana no impresiona. Juan es correcto. Y Luis Ángel Hierro es el novillero que va por delante. En San Telmo acarician el gato. Y piden para que gane Susana.

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