Seamos serios: para qué vamos a organizar un referéndum sobre la torre del Puerto si ya sabemos lo que opina Juan Cassá. Ya son ganas de tirar el dinero. La clave en el debate de la moción presentada en el Pleno en el pasado jueves la dio, sin embargo, el concejal de Ordenación del Territorio, Raúl López, quien habló de coherencia. Desde luego, al gobierno municipal no le ha faltado coherencia en este asunto desde el principio. Su determinación ha sido férrea, titánica, por encima de informes adversos de la Unesco, de la oposición de todos y cada uno de los colectivos profesionales, culturales y académicos que se han expresado sobre el proyecto y de la posibilidad de una consulta popular, un instrumento habitual en buena parte de las ciudades europeas (no necesariamente grandes capitales) cuando se trata de levantar proyectos mucho menos comprometidos que el que viene al caso. Añadió López, en una intervención clarividente, muy de agradecer, que el mismo gobierno local no va a "esconderse detrás de una consulta" porque eso podría "generar poca credibilidad". Y cabe preguntarse: ¿credibilidad, ante quién? Está claro: ante los inversores que han prometido dejarse una millonada en el edificio. Digamos, por tanto, que el gobierno de esta ciudad sabe dar bien la cara por sus señores, estar a la altura, garantizar la mayor calidad del producto a quien decide comprarlo. No se trata de poner en peligro el asunto sólo por darle a Mari Carmen, la del cuarto, la posibilidad de que exprese su opinión al respecto. Y, no sé, tanta firmeza, tanta convicción, le deja a uno tranquilo, invita a pensar que estamos en buenas manos, por más que sepamos que difícilmente el mismo gobierno daría la cara con tanta convicción por los ciudadanos para quienes presuntamente gobierna (sí, en democracia se trata de gobernar para, no de gobernar a, aunque a menudo cueste todavía distinguir los términos). Otra cuestión es que, por supuesto, los inversores susodichos no van a dejarse aquí su millonada altruistamente: vienen a hacer negocio, y si el negocio no prospera se lo llevarán a otra parte, aunque el regalito, lleno o vacío, nos lo tendremos que comer en Málaga con patatas para los restos. Que lo van a hacer resistente, para que dure. No hay sitio para una consulta cuando se ha puesto precio a lo que no lo tiene. Fausto no dispuso del comodín del público cuando vendió su alma al diablo.

Quien sí tiene un serio problema de coherencia es el portavoz del PSOE, Daniel Pérez, así como el grupo municipal socialista que pidió al gobierno central velocidad de crucero para el proyecto, a costa de los plazos más razonables si era preciso, cuando Rajoy mandaba en Madrid y Susana Díaz lo hacía en Sevilla (que sí, que esto al final va de mandar). Defender ahora con tanta pasión la idoneidad de la consulta después de haber más reclamado más brío al rodillo deja al PSOE en Málaga en una situación, cuanto menos, delicada. Seguramente, lo mejor que podría hacer Pérez cuando vuelvan a preguntarle por la torre es encogerse de hombros y responder: lo que diga Juan. En un ambiente cada vez más tóxico, en el que se confunde deliberadamente todo, en el que se llega a decir que quienes se oponen a la torre son los mismos que en su día se opusieron a la peatonalización de la calle Larios o a la llegada del AVE (¿?), lo menos que se puede pedir a sus señorías es coherencia. Cuando tengamos el rascacielos en el Puerto, convendrá recordar quién dijo exactamente qué. Aunque ya no importe.

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