Que digo yo, doña Gosuinda, que hay un momento en la vida en la una debe saber que ni tiene edad para llevar minifalda ni una chaqueta a cuadros hecha de retales de una manta cuartelera. Y no le digo que haga usted como dicen de los antiguos iberos, que conscientes de que ya eran una carga para su comunidad se retiraban a la sombra de una encina a esperar que Airón se los llevase de paseo al inframundo. Pero cierto retiro espiritual tampoco está de más. Aunque solo sea porque las batallitas de un abuelo las soportan bien sus nietos, pero cansan a sus vecinos. Le digo esto porque, si el sr. Tamames ya me recordó a los dos abuelos de los Simpson cuando le vi con Sánchez Drago, lo propia moción de censura ha superado cualquier capítulo de la visionaria serie y ha sembrado en mi mente la duda sobre si el verdadero motivo del octogenario candidato no era otro que vender ejemplares de su último libro en Amazon. A 4,75 euros el ejemplar del discurso, con que haya vendido solamente 1.000 unidades, hay meses que yo gano menos.

Porque digo yo que, con los años que carga sobre sus espaldas, incluidos siete de parlamentario, tiene que ser muy ingenuo para pensar que puede soltar un mitin a 350 diputados y que nadie le devuelva la perorata. Esperaba soltar el suyo de 35 páginas y le molestó que el presidente le respondiera con otro de 20 folios cuestionándole por lo que no había dicho, pero sí escrito. O muy egocéntrico. Y entonces pensó que el Parlamento no tiene otra cosa mejor que hacer que echar dos días escuchando el discurso de un candidato a presidente del gobierno que no se atreve a aplaudir el del líder del partido que lo propone para tal cargo. Lo normal y perfectamente coherente con su propuesta de cambiar el término fascista por el de neoconservador y a la altura perfecta de la definición de Ceuta y Melilla como "ciudades federadas". En cualquier caso, don Ramón sí dijo algo en su réplica a los diferentes portavoces con lo que todos los diputados estuvieron acuerdo: "Esto no es una sesión parlamentaria. Es un mitin preparatorio de las elecciones del 28 de mayo". Tamames tuvo sus dos días de gloria, cabezadita incluida en el hemiciclo. Cosa esta última de la que muy pocos pueden presumir. Ahora, y a sus años, ya puede retirarse tranquilo a descansar a la sombra de una encina y disfrutar de sus últimos derechos de autor. No es que estuviera necesitado, pero tampoco le molestan.

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