Dos errores

En las manos de Sánchez se halla una de las horas más dramáticas de la democracia en España

No deja de ser gracioso que los nacionalistas vascos adviertan del peligro que representa el señor Abascal, cuando el señor Abascal es sólo un vasco nacionalista, pero a mayor escala. También tiene su gracia que el PNV, junto a Bildu, denuncien el origen antidemocrático de la Constitución, sin aclarar a qué PNV se refieren: si al que traicionó a la República en el 37, cuando se rindió en Santoña a los italianos; si al que un año después se ofrecía a ingleses y nazis como protectorado; o al que, ya en la posguerra mundial, denunció a la izquierda española y americana al FBI de Hoover, para conservar su exigua legación en la ONU. También podríamos referirnos al ambiguo papel del PNV durante los años de ETA ("unos sacuden el árbol y otros cogen las nueces", en palabras de Arzalluz); pero hoy no queremos hablar de los valientes gudaris de Santoña, sino de los ardorosos guerreros del CDR que, al parecer, se aprestan a entregar su vida por Eslovenia.

Por motivos que no vamos a explicar ahora, la izquierda nacional ha considerado, durante mucho tiempo, a los nacionalismos periféricos como fuerzas democráticas y de progreso, contrarias a la carcundia nativa de los españoles. Y es este error de origen, precisamente, el que nos disponemos a pagar en breve, junto con otro error, no menos conocido: el obstinado error, comprensible y humanísimo, del apaciguamiento. Como sabemos, la juventud majadera de las CDR se prepara ya para la violencia; y se prepara instigada, nada menos, que por el presidente de la Generalitat, un conspicuo racista, iluminado por los manes domésticos, y cuya inspiración penúltima le ha venido tras un ayuno en Monserrat, como a Newton le vino durmiendo la siesta bajo un manzano. De modo que al presidente Sánchez sólo le cabe el peor de los escenarios, con esa doble penalización antes señalada: restaurar la tardía, pero legítima autoridad del Estado sobre los insurgentes, y pagar el precio político de tal desastre. Existe la posibilidad, eso sí, de que la situación varíe drásticamente en unos días, y lo que hoy parece inevitable mañana sea sólo un ridículo y temible espectro. Sin embargo, la lógica interna del sacrificio, el escalofrío cerval que mueve a la hueste nacionalista, y que la impulsa hacia la consución o la victoria, no nos hace pensar en otra salida.

Con lo cual, en las manos de Sánchez se halla una de las horas más dramáticas de la democracia en España. Quizá estemos a tiempo, después de todo.

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