Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
HACE años, la Junta de Andalucía sacó plazas de médicos residentes en geriatría, que poco a poco han ido desapareciendo, de tal manera que en Málaga sólo existe un médico geriatra en el Clínico. Desde mi punto de vista, fue un acierto el crear esta especialidad.
Durante estos días que vamos a vivir de Navidad, las personas mayores se hacen más vulnerables, primero porque es la estación del frío y han de tener mucho cuidado con sus enfriamientos, ya que su sistema inmunológico también puede estar disminuido. Seguramente están polimedicados por procesos de artrosis, problemas de corazón, circulatorios... y por otro lado sienten la tristeza de la ausencia de un ser querido. La tentación de la comida los tiene inquietos porque quieren comer de todo pero no pueden, por lo que requieren más atención médica y familiar.
La medicina se ha superespecializado por los grandes avances y descubrimientos, de tal manera que los médicos se ven superados por tanta información y han tenido que especializarse para poder dominar su campo con perfección. De esta forma la posibilidad de cometer errores médicos o no acertar con los diagnósticos y tratamientos se ha minimizado mucho. Con la especialización, disponemos de una práctica médica que nos asegura la curación de nuestras patologías en un alto porcentaje, lo cual hace que dispongamos de una medicina de calidad.
Me acuerdo en estos momentos de los médicos de principio de siglo XX que se veían obligados a curar con pocos medios cualquier enfermedad. Estaban obligados a tener un gran ojo clínico y lo tenían.
Cuando nacemos, disponemos de un organismo totalmente inmaduro, y necesitamos una alimentación basada exclusivamente en la leche, para paco a poco ir incorporando otros alimentos bajo la dirección de los pediatras. Estos primeros alimentos son proporcionados en forma de papillas, que proporcionan al bebé la energía y nutrientes suficientes para su crecimiento. En estas cortas edades disponemos de un hígado con poca capacidad de metabolización, unos riñones con una capacidad de filtración limitada y tracto gastrointestinal delicado. Conforme crecemos, nuestro hígado va madurando y creando las enzimas necesarias para ir rompiendo los alimentos y medicamentos, se nos desarrolla la dentadura para poder masticar y triturar lo que ingerimos y nuestro estómago e intestinos se desarrollan con sus enzimas y nuestros riñones maduran.
Los medicamentos en las primeras edades no pueden se administrados como en los adultos, y se necesitan dosis pequeñas preparadas por los farmacéuticos y que los médicos prescriben con mucho cuidado. Los niños necesitan dosis pequeñas, y conforme crecemos las dosis de los alimentos y medicamentos van creciendo, según nuestras necesidades, de tal manera que la industria farmacéutica comercializa medicamentos dosificados para adultos. Estas dosis para adultos se administran a las personas de edad más avanzadas, debido a la imposibilidad de poder individualizar las dosis a estas personas, problema que se resolvería con la comercialización de medicamentos dosificados para geriatría y con el desarrollo de esta especialidad. La prescripción de dosis de adultos a personas mayores trae consigo los riesgos de sobredosis y aumento de efectos secundarios.
Conforme envejecemos, nuestras funciones van disminuyendo, vamos perdiendo porcentaje de agua corporal, nuestros pulmones no tienen la misma capacidad pulmonar, nuestros músculos y huesos pierden masa y fuerza. El hígado, los riñones y todo el sistema digestivo se minimizan en sus funciones. Es decir, que nos volvemos tan delicaditos como un niño. Este nuevo organismo ha cambiado y su bioquímica es diferente a un adulto sano, por lo cual hay que tratarlo de diferente forma. Por ello se hace necesario la figura del geriatra, que adaptará los alimentos necesarios y los medicamentos a sus dosis individualizadas, dependiendo del estado de la persona, teniendo en cuenta que una persona mayor va ver sometida a una polifarmacia, con lo cual hay que tener muy en cuenta las posibles interacciones entre los medicamentos y entre medicamento-alimento y esto es toda una ciencia.
La industria farmacéutica comercializa los medicamentos que son rentables, como es lógico, pero esta lógica no lo es tanto desde el punto de vista de la asistencia farmacológica a las personas de la tercera edad y a los niños.
La búsqueda de la rentabilidad económica del medicamento deja un vacío terapéutico en pediatría y en geriatría, debiendo ser cubierto por medio de las fórmulas magistrales que los farmacéuticos preparamos bajo la prescripción médica, de tal manera que en el área de pediatría hospitalaria son muchísimas las fórmulas que se realizan. Muchas de estas fórmulas se preparan a partir de formas farmacéuticas de adultos, y los farmacéuticos hemos tenido que buscar los medios para realizarlas a partir de productos puros, que ya es frecuente encontrar en el mercado.
La especialidad de geriatría debe retomarse y considerarla como otra cualquiera, dándole la importancia que requiere y la industria farmacéutica incluir en sus ensayos clínicos un estudio de la farmacocinética en la tercera edad. Los geriatras valorarán las patologías y adecuarán los tratamientos adecuados a cada individuo y tendremos una asistencia de calidad en nuestros ancianos, se curaran antes, disminuirán los efectos secundarios y el incumplimiento terapéutico. Incluso el gasto farmacéutico.
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