Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

El farero de Torre del Mar

Es probable que, sin el hecho que ahora les cuento y que en estos días se conmemora, la vida de Anselmo Antonio Vilar García hubiera pasado desapercibida, como la vida discreta de la mayoría de hombres y mujeres que han sido, somos y serán, que nacen, intentan ganarse el pan y un lugar apacible bajo el sol en el que vivir junto a sus seres queridos -eso sí, con el sudor de sus frentes-, que de vez en cuando se permiten "un gustito" para el cuerpo y/o el espíritu, que frecuentemente se enamoran (o lo que sea), que tienen hijos, y que cuando les llega la hora mueren en paz. Pero hay "algo" en la vida de nuestro protagonista que lo convierte en un héroe.

¿Y quién es ese Anselmo Vilar? Es, o mejor dicho, fue el farero de Torre del Mar, en 1937; un funcionario de Obras Públicas que, durante la conocida popularmente como "la desbandá"; o sea, la salida desesperada, a pie, por la carretera de Málaga a Almería, de decenas de miles de civiles (malagueños y no malagueños que se habían refugiado en nuestra ciudad huyendo del avance de las tropas fascistas), iniciada la noche del 6 de febrero de 1937, espoleados por el miedo al moro de las tropas de Franco, por los grititos radiofónicos de matón barriobajero de Queipo de Llano, por el avance de los fascistas italianos que ya habían alcanzado Zafarraya e iniciaban el descenso hacia Torre del Mar, con la intención de cortar la carretera de Málaga a Almería, que aún seguía abierta… Ante el horror de los bombardeos a lo largo de la línea de costa por la que transcurría la carretera, por parte de la aviación italiana, alemana y franquista, mientras que desde el mar los buques de guerra de los militares golpistas -el Canarias, Baleares y Almirante Cervera-, hacían otro tanto, lo que provocó entre 3.000 y 5.000 muertos; en medio de la confusión y el caos; ante la visión de miles de personas indefensas y desesperadas, muchas de las cuales se habían refugiado alrededor del faro de Torre del Mar, para pasar la noche; sabedor de que la luminaria de su faro se extendía desde Almayate, Torre del Mar, Caleta y la costa de Algarrobo, y que esa iluminación permitía los bombardeos, la noche del 6 y el 7 de febrero, en contra de su "obligación" de funcionario, Anselmo apagó el faro, consciente de las graves consecuencias que eso le acarrearía.

No sabemos las "vueltas que le daría a su cabeza", pero en lugar de comportarse con la banalidad del mal en la que a veces nos refugiamos los humanos ("yo hago lo que me tienen encomendado, lo que me ordenan… No soy moralmente responsable de las consecuencias de mis actos"), optó por realizar un acto libre, moral y consecuente, y en lugar de mantener encendido el faro, que era su "obligación" de funcionario, lo apagó, siguiendo los dictámenes de lo que sentía como su obligación moral. Esa es precisamente la labor del héroe. Ni que decir tiene que fue sentenciado a muerte, y fusilado la noche del 9 de febrero de 1937, junto a las paredes del cementerio de Vélez, pero en el tramo de carretera que debía iluminar las 12 millas que alcanzaban su faro, no hubo muertos, a diferencia de los miles de muertos que hubo en el tramo al que se refiere el poema de R. Alberti, "Por este largo y duro/Costado que sumerges en la espuma. /Fue calvario de Málaga a Almería. /El despiadado crimen. /Todavía- ¡Oh vergüenza!- sin castigo".

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