La Guardia Civil en troncomóvil

31 de octubre 2025 - 03:06

La imagen es tan gráfica que duele: “Nosotros en un 600 y ellos en un Ferrari”. No es un chiste ni una exageración de taberna. Es la descripción literal de cómo se sienten los agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional en Málaga cuando salen a patrullar frente a las mafias del narcotráfico. Lo han dicho alto y claro en su protesta: “Seguimos olvidados en un cajón”. Y no es para menos. Mientras los narcos se pasean por el Estrecho en lanchas con tres motores, la Benemérita se ve obligada a perseguirlos en zódiacs que parecen sacadas de un museo naval de los años 80.

La Costa del Sol, convertida en una autopista de la droga y el dinero sucio, se ha vuelto un espejo incómodo del país. Aquí se cruzan Ferraris y 4x4 con matrículas extranjeras, chalets de lujo que cambian de manos cada seis meses y policías que aún hacen milagros con coches de 300.000 kilómetros. Pero lo más preocupante no es solo la falta de medios: es la indiferencia política. Desde Madrid se llenan la boca hablando de seguridad, pero en el sur seguimos con cuarteles sin mantenimiento, plantillas bajo mínimos y sueldos sin equiparar pese a un acuerdo firmado hace siete años.

Las mafias ya no temen a las fuerzas del orden. Temen, como mucho, a que se estropee el motor de su lancha o a que un envío de cocaína llegue con retraso. Porque saben que enfrente no hay un Estado decidido a ganar, sino funcionarios exhaustos que se juegan la vida a cambio de promesas vacías. Y mientras los narcos compran drones, radares y tecnología de comunicación encriptada, nuestros agentes siguen pidiendo chalecos antibalas o patrulleras que no se hundan con un golpe de mar. La reivindicación de que se les reconozca la profesión de riesgo no es un capricho sindical, es una necesidad de justicia. Quien defiende la frontera del Estado frente al crimen organizado merece algo más que un aplauso o una medalla póstuma. Málaga no puede seguir siendo el tablero donde el narco juega con ventaja y el Gobierno mira hacia otro lado.

Porque, si seguimos así, llegará el día en que la Guardia Civil ni siquiera tendrá un 600. Tendrá un troncomóvil, como en los Picapiedra. Y entonces, cuando los narcos crucen el Estrecho a 90 nudos y la Policía los persiga remando, quizá alguien en el Ministerio del Interior despierte de su letargo y entienda que la seguridad nacional también se juega aquí, en el sur, donde el Ferrari del narco pasa zumbando mientras el Estado se queda varado en la cuneta.

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