Apesar del sesgo machista y al margen de las circunstancias históricas en la que se pronunció, la frase dicha por Julio César sobre la honestidad de su mujer y la obligación de parecerlo sigue siendo una máxima vigente para los cargos públicos. La necesidad de ejemplaridad exige a los representantes políticos una especial obligación no solo de ser ciudadanos intachables, sino también de parecerlo, e incluso de demostrarlo. Esta reflexión también ha de aplicarse a la reciente designación de la hermana del presidente de la Junta de Andalucía para una responsabilidad de dirección educativa. Está fuera de toda discusión el derecho de la ciudadana Dolores Moreno Bonilla a acceder a cualquier puesto profesional que le pueda corresponder sin que la circunstancias de ser hermana de un alto cargo pueda significar un perjuicio o una limitación. Y, además, no recae en ella ninguna especial obligación que justifique la desproporcionada notoriedad pública que está padeciendo.

Intentar desviar por esos derroteros este conflicto solo puede entenderse como un intento de ocultar la verdadera naturaleza del asunto. La cuestión es determinar si los responsables de la Junta de Andalucía, empezando por su presidente, han obrado con la suficiente diligencia y acierto. Y la conclusión es claramente que no. Un concurso de méritos en el que está implicado un familiar de un dirigente político, si no se quiere perjudicar al propio familiar, tiene que ser un ejemplo de objetividad y transparencia; y es evidente que en este caso no lo ha sido. Una promoción plagada de contradicciones, con resultados sorprendentes que no se han aclarado y con descalificaciones de otras participantes, que han resultado ser falsas, no es el mejor procedimiento selectivo para este caso.

Este hecho viene a demostrar que el aterrizaje de las derechas en Andalucía en la responsabilidad de gobernar es una permanente acumulación de frustraciones y de incumplimientos. En pocos meses aquellas categóricas afirmaciones de transparencia y regeneración se han volatilizado y han pasado a engrosar el cada vez más largo capítulo de promesas incumplidas y de compromisos olvidados. El nuevo aire anunciado en el que el enchufismo sería solo un mal recuerdo de tiempos pasados se ha diluído en la primera oportunidad en la que los nuevos gobernantes se enfrentan a un problema que con decisión y transparencia estaría resuelto sin necesidad de enredarse en acusaciones y frágiles defensas. Y todo en tampoco tiempo.

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