Un kilo de arroz

Afortunadamente, aún hay quienes llevan a gala lo mejor de la condición humana

Banco de alimentos, Cruz Roja, Proyecto Hombre, Cáritas, calor y café… Alguna vez, pensé que eran pamplinas, invenciones, una forma de acallar conciencias haciendo como que damos lo que nos sobra en abundancia. Hoy, cuando no sabemos en qué dilapidar nuestras vidas, hoy que el hambre es negocio, hoy que medimos los minutos de exposición pública necesarios para que aprecien lo buenos que somos y lo seguiremos siendo, hoy vienen estos voluntarios como un torpedo a martillear mis reflexiones.

Yo en cambio, como siempre: un kilo de arroz para ellos, uno de cigalas y cordero para mí. El kilo como pretexto para sentirme orgulloso, para sacar pecho por lo bien que lo hice. Pensándolo bien, si esta reflexión sirve de excusa para enmudecer, si fundamenta una crítica más a la labor de tantas organizaciones, si sólo sirve para calificar de vil limosna al kilo de arroz que entregamos en Mercadona, venga aquí ese kilo de arroz. Alguien seguro le dará provecho. Aunque nunca será suficiente ni sumará lo que debiera sumar.

Decía García Márquez que "un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse". Eso debe ser un voluntario, uno de los que hacen de su trabajo y dedicación un servicio a otros. Ayudar de tú a tú. Sentir que, aunque la vida les golpea con fuerza, no ocupan lugar distinto al tuyo y al mío. Dejar de lado el "deseo hacer", y cambiarlo por un "quiero hacer", por un "necesito hacer". O, simplemente, hacerlo.

Sentirse voluntario. Voluntario de la vida, de la esperanza, de la dignidad, de ser persona. Porque todos tenemos derecho a disfrutar de la esperanza, a encontrar la dignidad, a no ser distinto. Muchos lo dijeron con palabras infinitamente más acertadas que las que escribo. Martin Luther King: "Si ayudo a una persona a tener esperanza, no habré vivido en vano". Dalai Lama: "Casi todas las cosas buenas nacen de una actitud de aprecio por los demás". John Maxwell: "Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos la vida con lo que damos". Son tantos los que definieron la esencia del voluntario… aportar, dar, ayudar... lo que podamos. Lo que sepamos. Lo que nos corresponde hacer. Y si nada más es un kilo de arroz… pues bendito sea. Serás también voluntario si, por la noche, cuando todos se acuesten, cuando no haya nadie y se apague el derecho a autocomplacerte, te sientas satisfecho con lo que hiciste porque el día no dio para más. Y duermas feliz. "A veces sentimos que lo que hacemos es solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota" (Teresa de Calcuta).

A quienes dedican su trabajo a los demás. A quienes aprendieron a ser feliz cuando entregaban trocitos de vida a quienes la vida les dio la espalda. A quienes duermen con la sonrisa de saber que el día, uno más, ha merecido la pena. A quienes hacen de la caridad una forma de redistribuir lo que una viciada justicia social nunca reparó. A quienes saben que en su mano está la igualdad y la dignidad de muchos. Afortunadamente, aún hay quienes llevan a gala lo mejor de la condición humana.

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