Más víctimas por culpa del machismo. Más lágrimas derramadas y más lamentos de quienes pierden de forma injusta a su ser querido. Más incomprensión de la sociedad y más rabia contenida contra los opresores de género. Pero, en definitiva, más muertes ante una lacra social que parece que no cesa.

Una mujer y su hijo de apenas 12 años han sido los dos últimos en engrosar la dramática e interminable lista de muertes por culpa de la violencia de género. Asesinados a puñaladas a manos de un despreciable ser que ha decidido poner fin a sus vidas sin más.

Es triste asumirlo, pero la realidad se impone con las cifras. Lejos de desaparecer, la violencia doméstica, de género o machista, como se prefiera llamar porque al fin y al cabo viene a significar lo mismo, forma parte aún de una sociedad que creemos moderna y avanzada y, aunque en silencio, son muchas las mujeres y sus hijos que viven atemorizados por sus propias parejas y padres.

Este año ya van 22 mujeres y cuatro menores muertos en toda España, y apenas si ha empezado mayo. Y casi siempre se repite la misma cantinela, la mayoría no había presentado una denuncia previa contra su agresor lo cual demuestra que el silencio, el miedo y el tabú que sigue predominando sobre este asunto sigue siendo el principal escollo para poner fin a esta masacre social.

Lo más preocupante es que el mensaje no cala en las generaciones más jóvenes y cada vez son más las chicas que reconocen estar sometidas por sus parejas como una forma de demostrarles su amor, su compromiso o su entrega. Sin darse cuenta de que lo que están haciendo es alimentar los instintos de poder, sometimiento y violencia de unos depravados que necesitan sentir que son los que mandan.

Si eso está ocurriendo entre las que deberían ser las generaciones más preparadas y con más acceso a la información de toda la historia, es que algo estamos haciendo muy, pero que muy mal. Si tanto ellos como ellas asumen sus respectivos roles sin cuestionar nada más ni revelarse, está claro que la sociedad tiene un problema y que debemos de cambiar el enfoque.

No podemos ver estas muertes como meros números ni estadísticas. Debemos visibilizar a las víctimas, que se conozcan sus historias y entre todos consigamos arrinconar a la sinrazón de la violencia de género.

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