
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Aunque sucede todos los días, hay etapas en que sentimos esa sensación de pérdida de los que los que se nos van. No hablo de la pérdida de nuestros seres queridos, ni al duelo que sufrimos por los familiares cercanos. Me refiero a esa sensación de pérdida que sentimos por quienes puede que no conozcamos, que no hayamos tenido ocasión de verlos en la vida, pero, sin embargo, forman parte de la nuestra porque merecen nuestra admiración y nuestro respeto. Son aquéllos que pensamos que se han ido demasiado pronto y que los buenos se van siempre antes de tiempo.
En estos días se nos fue Mario Vargas Llosa, un coloso de la literatura hispanoamericana, un escritor total, referente destacado del Boom, que alcanzó todos los premios y reconocimientos aunque quizás sólo recordemos que es nuestro último Nobel en español. Siendo joven, al llegar a París, conoció la obra de Sartre y había anticipado que su último libro sería un ensayo sobre el filósofo francés. No sé si muerte habrá truncado finalmente este proyecto.
Al principio de la década de los ochenta, estuvo en la Universidad Autónoma de Madrid presentando uno de sus libros –creo recordar que fue La guerra del fin del mundo, la que entonces denominaron su novela rusa– y recuerdo haberle preguntado como estudiante, sobre la relación entre el escritor y la política y qué había significado para él la teoría del compromiso de Sartre. Me di cuenta de su admiración juvenil por Sartre pero defendió su evolución política desde posiciones de izquierda hacia posturas liberales. Todavía no se había presentado a Presidente de Perú, pero es evidente que tenía una poderosa pasión política, una preocupación por Perú, por la situación de América Latina pero un interés por la política europea y la política española de esos momentos, en medio de la transición democrática. Ese Marito de los 80, ese Varguitas de entonces, nos había asombrado a todos con Los Jefes y Los Cachorros, La Ciudad y los Perros, con Pantaleón y las Visitadoras y La Tía Julia y el Escribidor y con la fabulosa Conversación en la Catedral. Ya era muy conocido y leído, pero no tan famoso como en los últimos años en España, en aquellos años vivía fuera de España, era un profesor cosmopolita y en aquella conferencia con debate posterior se mostró como lo que fue luego siempre: un hombre brillante y educado, un contador prodigioso de historias y un elegante seductor de la palabra.
Personalmente, me quedo con aquel Vargas Llosa, encantador y accesible a los estudiantes, de aquella conferencia, ese que nos deja una obra espléndida: que cada uno escoja lo que le parezca, en una obra inmensa, variada, proteica. En una palabra, la de un escritor extraordinario, que se nos ha ido hace poco y por el que muchos sentimos respeto y admiración. Sí, Varguitas fue de los que se nos van, se nos ha ido, uno de los grandes.
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