Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
EL pasado fin de semana se han constituido los ayuntamientos resultantes de las últimas elecciones municipales y no hay que ser un lince para darse cuenta de que la ciudadanía anda un poco nerviosa. Sin duda es la inseguridad que provoca lo desconocido. La incertidumbre afecta tanto a los profesionales de la política como a los que han de soportarles.
Para ser coherente conmigo mismo, cosa más difícil de lo que algunos puedan pensar, no voy a referirme a la situación de las corporaciones municipales recientemente instituidas. Por algo estos artículos se publican bajo el epígrafe sine die, lo cual es toda una declaración de intenciones.
No digo que esté en lo cierto, pero para mí hay dos ciudades que me recuerdan a Venecia: Cádiz y Sevilla. Para muchos, entre los que se incluye mi querido y admirado compañero de academia autor de la letra de la genial Habanera de Cádiz, la primera les recuerda a La Habana. La segunda, para la mayoría de personas que conozco, se parece más a Florencia. Sin embargo, es una apreciación personal que no tiene por qué ser cierta, a mí Sevilla y Cádiz me trasportan a Venecia. Tal vez sea el agua, que en Cádiz te rodea por todas partes y en Sevilla tenía hasta hace unas décadas su periódica acqua alta. Lo mismo diría de la fama de ser ciudades llenas de doble sentido. En ellas no me imagino la famosa daga florentina. Gaditanos y sevillanos son más sutiles; en todo caso me los figuro invitando a cenar en casa y administrando un sofisticado veneno.
El bipartidismo reinante durante años había propiciado la estabilidad y el reparto de cargos y prebendas. Unas veces como gobierno y otras como oposición, pero siempre con el puesto y el sueldo asegurados. Como dice mi amigo Paco, funcionaba como una empresa en la que cada uno llevaba una sección con beneficios a repartir.
La República Veneciana, la Serenísima, duró más de mil años. Mucho más que los imperios de Grecia, Roma o Carlomagno. Según los propios venecianos, ello se debía a que se combinaban de manera armoniosa tres formas posibles de gobierno: la monarquía simbolizada por el Dux, la aristocracia por el Senado y la democracia popular por el Gran Consejo. En los ayuntamientos constituidos hace unos días está representado un amplio arco de ideologías y formas de entender la cosa pública. Esperemos que sea para bien y que haya suerte, aunque sea a la veneciana manera.
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