La otra orilla

Los nombres de las cosas

Los asesinos también utilizan la fe en un Dios que les pide extender su doctrina por el mundo y acabar con los infieles

Decía Sabina en su canción Palabras como cuerpos que habia que “recuperar de nuevo el nombre de las cosas, llamarle pan al pan, vino llamarle al vino, al sobaco sobaco, miserable al destino, y al que mata llamarle de una vez asesino”. Y ya va siendo hora de recuperar el nombre de las cosas, el significado de las palabras, y los que matan son asesinos. En esta época de guerras y agresiones se hace necesario desenmascarar a tantos asesinos que andan disfrazados de personas importantes, de gobernantes democráticos, de “admirables” empresarios.

Andan agazapados, cambiando el significado de los que hacen con eufemismos. Hay asesinos disfrazados de fabricantes de armas, que tranquilizan su conciencia, convenciéndonos de que las armas son para defendernos, pero la realidad es que una pistola, un rifle de asalto, una escopeta, un carro de combate o un misil no sirven más que pata matar y al que fabrica herramientas para matar hay que llamarle asesino.

Hay también asesinos, disfrazados de defensores de la libertad, que irrumpen en discotecas, salas de fiestas, terrazas o hipermercados y matan indiscriminadamente, no defienden nada, son simplemente asesinos. Los asesinos también utilizan la fe en un Dios que les pide extender su doctrina por el mundo y acabar con los infieles, no defienden ninguna religión, son asesinos. Otras veces los asesinos se camuflan detrás de un estado democrático y alegan que sus bombardeos contra niños, ancianos, mujeres, trabajadores, hospitales, colegios, se hacen en legítima defensa, mentiras y patrañas, son asesinatos y ellos, los que mandan ejércitos y estados, son asesinos.

También hay asesinos que en nombre del mercado, de la sacrosanta economía desahucian de sus casas a trabajadores que no llegan a fin de mes, para enriquecerse los bolsillos con la gentrificación de las ciudades, mandan a la calle a familias enteras, a pasar frío, a tener una muerte lenta, son especuladores y asesinos. También andan entre nosotros como empresarios modelos, que precarizan el empleo, que no respetan la seguridad en el trabajo y provocan con su dejadez accidentes laborales, que causan dolor y muerte -el pasado lunes murió otra trabajador andaluz en accidente laboral-, son asesinos buscando el mayor beneficio. Hay que devolver a las palabras su significado, llamar a las cosas por su nombre para cambiar este tiempo de dolor y muerte por un nuevo tiempo de alegría y vida. Empecemos hoy, que ya va siendo tarde.

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