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La "nueva" normalidad

El resorte defensivo del olvido también se activa para provocarnos la caída una y otra vez en el mismo error

No sé por qué pero me ha venido a la memoria un cuento o una leyenda sobre el inventor del ajedrez. Los relatos aseguran que se llamaba Sissa o Sessa y que vivía, hace más de mil años, en alguna zona próxima a la India. Era súbdito de un rey de nombre Sheram. El monarca se hallaba muy afligido por la pérdida de un hijo en una batalla. Cuando conoció el juego se distrajo durante varios días y alejó su mente de la desgracia. Así que, agradecido le ofreció a Sissa que pidiera la recompensa que quisiera. Y éste solicitó un grano de trigo por la primera casilla del tablero para, así, ir luego duplicando la cantidad en cada salto hasta completar las 64 del juego. El rey menospreció la petición, casi ofendido. Estimaba que con un saco tendría bastante. Pero cuando sus matemáticos, con el paso del tiempo, eran incapaces de dar una respuesta rápida exigió explicaciones. No había graneros en la tierra para atender la solicitud. Más de 18 trillones salían las cuentas con este crecimiento exponencial, que desde su riqueza, aquel rey no supo calibrar.

Podemos intercambiar países, reyes o gobernantes. Y granos por contagios. Exponenciales. Triplican no duplican en cada casilla. En casi todo lo que sucede siempre encontraremos algún antecedente. La peste bubónica de hace 1.500 años o quién sabe si la llamada gripe española de hace un siglo. Pero las coincidencias siempre nos revelarán, como primera lección que, afortunadamente, la fragilidad de la memoria nos permite olvidar en poco tiempo los más duros acontecimientos. Sólo hay que ver con qué facilidad pasó página la sociedad española en su subconsciente después de las décadas de sufrimiento a las que sometieron los terroristas de ETA. Pero, por desgracia, ese mismo resorte defensivo se activa para provocarnos la caída una y otra vez en el mismo error: ser incapaces de valorar la envergadura de las amenazas por pura soberbia. Ya sea una crisis sanitaria o económica cuyas consecuencias ya se temen más que a las de la primera.

Decalaje, desescalar. Términos que aparecen en el horizonte de una falsa vuelta a la normalidad. El objetivo de la parálisis era evitar la saturación de los hospitales. Si se mantienen unos porcentajes de ocupación asumibles, la normalidad será convivir durante unos meses con las estadísticas de fallecidos; la seguridad de que persistirán los contagios sin que causen alarmas mientras se disponga de una cama y de un respirador, si fuera necesario, para los futuros pacientes. Subir solo en el ascensor. Hablar desde la distancia al compañero de trabajo, alejarnos compulsivamente cuando escuchemos un estornudo. Hasta que nos acostumbremos. La "nueva" normalidad, que dice el Gobierno, cuando la novedad pervierte el mismo significado.

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