Ni olvido ni perdón

Nunca serán suficientes los reconocimientos de culpa o arrepentimiento desde la izquierda ‘abertzale’

Nunca serán suficientes los reconocimientos de culpa o arrepentimiento que desde la izquierda abertzale se hagan sobre los años negros de muerte y sufrimiento que causó la banda terrorista ETA. Desde el sentimiento humano no hay declaración ni compromiso que haga perdonar a los que causaron tanta vida truncada y tanto dolor inútil. Nunca habrá proporción posible entre lo uno y lo otro y por tanto siempre habrá motivo para la condena y el reproche. Pero no olvidar ni perdonar no significa aferrarse al pasado y cerrar los ojos a cambios que en el presente se producen; la sociedad avanza muchas veces superando los momentos más dramáticos de su historia. Y es aquí, en la necesidad de superar el doloroso pasado donde se puede analizar los movimientos de los partidos de la izquierda radical vasca y las declaraciones de su dirigente Otegi, sin que la inicial repulsa nos imposibilite una valoración realista. Es desesperante e irritante la calculada lentitud con la que el mundo político abertzale se va desligando de su turbio y criminal pasado, pero esto no puede impedir reconocer que se ha producido un significativo avance en el camino hacia una normalización política. No hay ni que olvidar ni perdonar para admitir que reconocer que el terrorismo nunca debió haberse producido es un hecho positivo, aunque diste mucho de ser definitivo. El problema está en que esta declaración ha vuelto a provocar el enésimo enfrentamiento político. Se tiene la desagradable sensación de que por parte de la derecha parlamentaria existe un especial interés en evocar continuamente los estragos que el terrorismo produjo, en reavivar el dolor para, olvidando el presente y negando el futuro, anclarse en situaciones afortunadamente superadas, y poder utilizarlo como elemento central de su argumentación política.

De todo este rifirrafe de declaraciones lo más interesante han sido las afirmaciones de Otegi diciendo que es posible aliviar el dolor de las víctimas y que se compromete a mitigarlo. Es aquí donde, más allá de escepticismos y falsedades, podremos medir la certeza de sus declaraciones, porque mitigar el dolor de las víctimas significa intentar normalizar la convivencia en el País Vasco y prescindir de esas recepciones triunfales que dan a los presos cuando vuelven de cumplir su condena. Si esto llegara a producirse, entonces, sin olvido ni perdón, estaríamos ante un claro y esperanzador avance, aunque siempre habrá quien niegue cualquier evidencia.

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