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David Fernández
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VODAFONE anunció ayer, de forma oficial, que ha comprado la operadora de telecomunicaciones Ono por 7.200 millones de euros. La cantidad es deslumbrante y se ve que las grandes empresas no tienen problema a la hora de conseguir créditos. Da la casualidad de que soy cliente de ambas compañías y es cierto que son perfectamente complementarias. A la multinacional le faltaba una oferta de televisión y más fiabilidad y rapidez en las conexiones de internet en los hogares, mientras que la oferta de telefonía móvil de Ono solo se basaba en precios bajos ya que su gama de terminales es reducida y no ofrecen, por ejemplo, 4G u otros servicios. Vodafone admite que, con su adquisición, tendrá un "acceso inmediato" a 7,2 millones de viviendas en España con "una ventaja competitiva considerable".
Se desconoce, por ahora, cómo se integrarán ambas compañías y cuáles serán los servicios. Imagino que Vodafone mejorará su oferta de internet e incluirá la televisión de pago, ya que se estaba quedando atrás en su lucha con Telefónica, que ahora está en plena campaña con la incorporación de varios eventos deportivos a su paquete televisivo.
Reconozco que me parece fascinante el mundo de las empresas de telecomunicaciones, pues están en un proceso de cambio continuo. Facturan miles de millones de euros con productos y servicios que hace diez años ni siquiera existían y que serán antigüedades en menos de una década. En este sector hay que ser rápido e innovador para no morir y Vodafone parece haberse dado cuenta de que su oferta en España estaba coja respecto a su competencia. Eso sí, la solución le ha costado una pasta que ahora tiene que amortizar y espero que no sea a costa de los sufridores clientes.
Las empresas de telecomunicaciones tienen el dudoso honor de llevar años liderando las quejas de los consumidores. Un informe de la OCU publicado la semana pasada señala que esta asociación recibió más de 38.000 reclamaciones sobre empresas de telefonía el año pasado en España y los problemas son siempre los mismos: el cobro de servicios no contratados, la penalización, permanencias abusivas, problemas con la portabilidad... Parece mentira que, siendo un sector tan pujante, siga habiendo tantas chapuzas. De hecho, no conozco a nadie que no haya tenido algún problema con su operador. Luego las empresas se quejan de la falta de fidelidad, pero es lo que se ganan a pulso a diario. Estaría bien saber cuántos euros de esos 7.200 millones proceden de todas estas historias.
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