Tinta con limón

7 pecados provinciales (1)

Nos hace gracia ver a un menor manejando una tablet cuando deberíamos estar llorando por los que no cogen un libro

Si San Gregorio creó los pecados capitales, permítanme el lujo de traerles otros siete, pero a mi modo de ver el mundo. Por eso son provinciales, porque me pillan más cerca (seguro que a usted también). Esta opinión va dedicada al primero de ellos: la incomprensión.

No se vayan por los cerros de Úbeda; hablo de la incomprensión lectora, un puñal que se me clava con dos trayectorias: la de vecino y la de periodista. Mucho se debate en la comunidad educativa sobre los motivos que han llevado a que las actuales generaciones de alumnos hayan bajado tanto el pistón. No hay una respuesta unívoca, por supuesto, pero apostaría hasta el dinero que no tengo a que los problemas para leer y entender lo que se lee presentan gran parte de culpa. Que levante la mano (o el teclado) quien tenga un hijo o un sobrino que algún día ha dicho que le quitaron un punto o medio porque se le olvidó responder una pregunta o parte de ella. Y aunque hay asuntos en los que no está claro si influye más la incapacidad docente o paternal, es incuestionable que hoy en día estamos enseñando a nuestros hijos a mirar antes que a leer. Es más, les enseñamos a imaginar antes que a leer. Más si cabe: aprenden la tercera dimensión antes que las dos primeras. Para que no berreen, para que se les pueda distraer mientras comen, para que nos dejen un rato de tregua, lo cierto es que les colocamos entre las manos un móvil o una tablet antes que un libro. Nuestros hijos se están malacostumbrando a una vida tecnicolor donde los píxeles son más importantes que las letras, a un mundo puesto en bandeja en el que la imaginación no tiene cabida porque ya viene de serie. Videojuegos de un realismo tal, que la realidad ya no es necesaria. Los cerebros están dejando de ejercitarse, somos gordos intelectuales. Dios mío, ¡cómo vamos a convencer a un niño de que lea habiendo una Play Station al lado! Los niños están perdiendo interés en leer y en comprender. Nos hace mucha gracia ver a un niño pequeño sabiendo manejar una tablet cuando en realidad deberíamos estar llorando porque no sienten inquietud por abrir un libro.

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