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David Fernández
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DOCTOR, vengo muy preocupado, creo que padezco pelagra. Usted dirá qué síntomas tiene. Pues me he quedado en auténtica pelota picada, como esa inmensa mayoría de españoles que somos pobres. No alcanzo ni siquiera una pensión de cuatrocientos euros. Soy pobre de solemnidad. Y creo que además he contraído la pelagra por desnutrición. En mi comunidad ya la padecen tres vecinos, uno para colmo es arquitecto, un panadero y un ex jugador de ajedrez, campeón en su juventud de Andalucía y que para más inri es licenciado en Biología y filología hispánica. El motivo de mi consulta es para preguntarle si es contagiosa. A esto último le contesto categóricamente que no, que el origen se debe a una falta de vitamina B, es decir una mala nutrición. No es en absoluto contagiosa, como se pensaba hace cien años. Ya me deja más tranquilo, pues si encima de ser pobre soy contagioso, apaga y vámonos. Pero le voy a hacer una pregunta indiscreta y que no saldrá de esta consulta por el juramento hipocrático: ¿Cómo pudo llegar a ser pobre de solemnidad un hombre culto como usted con una carrera de prestigio? Pues mire doctor, se lo voy a resumir. Todos los ahorros de mi vida profesional los invertí en bonos preferentes de Bankia y quién iba a dudar de ello cuando el último que dirigió la entidad era el sr. Rato, ex presidente del Fondo Monetario Internacional y que con esa cara que se le ha puesto con la perilla mefistofélica tocaba la campanilla con una risa de hiena lanzando al vuelo los bonos preferentes. A cuánta gente ha arruinado... ¿Usted entiende esto, doctor? Bueno yo solo domino la medicina interna, pero tampoco hay que ser un lince para no entender nada, pues no hay nada que entender, solo un diagnóstico tajante de galeno. Son unos auténticos granujas carentes de conciencia pero con contratos blindados de verdadera lipotimia. Encima el Gobierno les inyecta por intravenosa una dosis de más de treinta mil millones de euros, que venga Dios y lo vea, eso sí que es patológico. Es la patología del todopoderoso que se come al débil. La brecha en la sociedad española es cada vez mayor, una sima. Y habrá pelagra, pero no por infecciosa, sino por hambre y esa enfermedad es tan antigua como la humanidad.
Cuando ya habíamos hecho conquistas sociales, este Gobierno de payasos e ignorantes, orquestados desde Bruselas, niega el pan y la sal. Ellos sí que están en una burbuja y se rodean de asesores con sueldos de ochenta mil euros al año. A eso le añadimos las dietas. ¿Hasta cuándo puede soportar el pueblo todos estos recortes? Cuando ya nos acercamos a los seis millones de parados. Pero ellos si acaso se recortan las uñas de las manos y de los pies en el podólogo, que entra en sus gastos de dietas, mientras quitan la teleasistencia a viudas que viven solas con una pensión miserable, les quita el servicio de teleasistencia. Como es pobre y anciana que la zurzan, para eso es pobre, algo malo habrá hecho en su juventud, que es lo que piensan los poderosos. Ya lo decía el conde de Lampedusa hace más de cien años: cambiemos todo para que todo siga igual, en este caso peor. Hasta el Papa suprime la mula y el buey del pesebre de Belén. El Santo Padre sí que padece pelagra. Mental.
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