Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Por lo visto esta semana, la crisis de la corrupción política abierta con los casos de Ábalos y Cerdán no parece que se vaya a cerrar con una convocatoria de elecciones, ni con una moción de confianza, ni tampoco con una moción de censura. La exigencia de asumir su responsabilidad política dejando libre el camino para que los ciudadanos decidan en unas nuevas elecciones, en el momento más difícil del gobierno de Sanchez, va a tener que esperar.
El presidente Sánchez , una vez más, ha superado la oposición interna de su partido en el Comité Federal –a pesar del nuevo error con Oscar Salazar- y también la de la Cámara –en la que pidió disculpas y reiteró su voluntad de no tirar la toalla, presentando también una serie de medidas para combatir la corrupción-, consiguiendo el apoyo de sus socios de gobierno y, por tanto, gana tiempo para negociar con ellos hasta después del verano y pensar en la estrategia que debe seguir para agotar la legislatura.
Simultáneamente, en el Congreso del PP Feijóo sale reforzado del Congreso del PP y su liderazgo es indiscutible, eso sí con un discurso más de oposición al gobierno que de futuro presidente, con vocación de gobernar en solitario pero sin resolver con claridad su política de alianzas con Vox. De hecho, en la Cámara sigue prefiriendo el discurso antisanchista con un estilo bronco y que roza el ataque personal.
Al final estamos en presencia de una política alicorta, en la que prima la lucha por el poder. Cómo ha señalado Andrés Ortega hay una “pérdida de altura de la política”, “La política ha bajado de nivel, en España, en Europa y en todo el mundo occidental”. Ahora una “pura lucha por el poder” ha reemplazado a la autoridad intelectual. De hecho, el debate en España parece reducirse a que se vaya Sanchez, al menos si escuchamos a la oposición, durante toda la legislatura, mientras que desde el gobierno lo importante es que aguante. No hay una visión política clara sobre los temas de un mundo como el nuestro, que está en profundo cambio, ya sea, la seguridad en Europa o la IA. No tenemos un modelo válido. Hay una crisis de liderazgo en Europa y también de los intelectuales. Todo aquello que sustentaban eso que llamábamos puntos de referencia se está perdiendo. La polarización y el discurso de los extremos avanzan. Tenemos que buscar salidas a esta política alicorta.
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