Pues iba a escribir aquí sobre la ruptura del pacto de Ciudadanos y el PSOE en Andalucía y la inevitable convocatoria de elecciones para este otoño que promete venir lluvioso (no me digan que no está Teresa Rodríguez para comérsela cuando se refiere a Susana Díaz y Juan Marín como Pimpinela: quienes en su momento echamos de menos el ingenio verbal de Alfonso Guerra hace tiempo que hallamos consuelo en la líder regional de Podemos), pero acabo de ver las imágenes de Elon Musk fumándose un porro durante una entrevista radiofónica en Los Ángeles y he tenido la impresión de que por fin pasaba algo divertido. Musk, el consejero delegado de Tesla, el hombre que quiere poner freno definitivo al cambio climático a base de ingenios automovilísticos exentos de combustible, el mismo que alerta de los riesgos que entraña el crecimiento descontrolado de la inteligencia artificial y que quiere establecer la primera colonia en Marte en 2022, entró al trapo de las provocaciones (muy razonables, por otra parte) del locutor y terminó liándose un joint en el estudio. Que el encuentro tuviera cariz radiofónico es lo de menos, ya que al instante las fotografías estaban ardiendo en las redes sociales y poniendo de los nervios a los inversores de Tesla (dos de los principales, de hecho, se apresuraron a devolver los papeles y salir corriendo). Poco después se confirmó que el director financiero había tomado también las de Villadiego y que las acciones de la firma caían un 5%, con lo que ya eran más de cuatro los que echaban mano a los calmantes. En esta época de magnates locos que juegan con el dinero, la estabilidad de sus empleados y los derechos de sus clientes como si fuesen bolas de billar, Musk ha demostrado que entiende mejor que nadie de qué va esto del capitalismo fake. Con su porro de marihuana (cuyo consumo es legal en California, por lo que no incurrió en falta alguna), nuestro hombre ha demostrado quién lleva el timón. Y esto es más determinante que el propio barco.

Porque poco le importará el desplome en la cotización de Tesla a quien poco antes había amenazado con sacar el negocio de Wall Street. Lo que sí es cierto es que Elon Musk sabe llevarse el ascua a su sardina ahora que no importa tanto lo que digamos (ni mucho menos lo que hagamos) como lo que digan de nosotros. Si el jefazo venía siendo cuestionado por propios y extraños a cuenta de sus raras manías, Musk les ha dado justamente lo que buscaban y de paso ha brindado al jefe de verdad, el caos reinante en Twitter y Facebook, la carnaza que reclamaba. Cuidado: ese caos es el que manda, el que paga las facturas, el que quita y pone gobiernos y el que impone los límites de la ética, tan carca y carpetovetónico que despide ipso facto a cualquiera que ose enseñar una teta; pero Musk sabe bien cómo dirigirse a él. Un porrito es justo lo que necesitaba para que el imperio de la mentira le dejara un poco más en el candelero. Y si el barco se hunde, ya habrá otro. Aquí o en Marte.

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