Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
El Partido Popular vive instalado en una adolescencia política perpetua. No termina de saber quién es ni qué quiere ser. Cada cierto tiempo, saca pecho con un giro de timón que pretende mostrar firmeza ideológica, pero enseguida vuelve a la indefinición calculada, al miedo a molestar. Su último ejemplo ha sido el decálogo sobre inmigración, que es, en realidad, un calco suavizado de lo que lleva años defendiendo Vox. Con la diferencia de que mientras Vox lo dice sin complejos, el PP intenta hacerlo con tono de tertulia amable, como pidiendo perdón por tener una opinión.
En cambio, cuando hablamos de aborto, de familia o de ayudas sociales, el discurso del PP se vuelve socialdemócrata, casi calcado al del PSOE. No hay en ese partido un hilo ideológico claro, sino una sucesión de gestos y rectificaciones que lo hacen parecer un gato-perro político, difícil de entender y aún más difícil de apoyar. Muchos votantes acaban recurriendo al PP por exclusión, no por convicción: no soportan al PSOE ni a Vox, y acaban refugiándose en lo que perciben como el “mal menor”.
El problema no es nuevo. La incoherencia viene de lejos. Desde la subida de impuestos de Cristóbal Montoro, después de prometer lo contrario, hasta el inmovilismo de Mariano Rajoy, que se negó a tocar las leyes ideológicas del zapaterismo “para no abrir debates”. En ese conformismo cobarde, el PP se vació de alma. Y ahora intenta recuperarla sin saber ni por dónde empezar.
Dentro del partido conviven sensibilidades irreconciliables. Están los que, como Isabel Díaz Ayuso, representan una derecha moderna pero firme, y los que, como Feijóo, siguen creyendo que la ambigüedad es sinónimo de moderación. Pero la moderación no consiste en no decir nada: consiste en tener principios y expresarlos sin histeria. Feijóo, sin embargo, parece más preocupado por caer bien que por tener razón.
Esa actitud de “agradador”, tan propia de una generación de políticos del PP, tiene raíces profundas. Ya lo vimos con Javier Arenas en Andalucía, cuando su obsesión por parecer “centrado” terminó dejándole sin centro, sin votos y sin liderazgo. Hoy, el PP andaluz repite errores de manual, especialmente en la gestión de la sanidad, donde se mezclan la soberbia y la improvisación. El Partido Popular necesita definirse, y hacerlo de una vez por todas. O es un proyecto con valores claros o seguirá siendo un refugio incómodo para votantes huérfanos. Mientras tanto, seguirá siendo ese adolescente eterno…
También te puede interesar