El prestigio de la oposición

Oponerse está mal visto y que solo el pacto tiene buena prensa. Pero la política es debate

Es tal el nivel de enfrentamiento y ruido que está generando la política española que estamos suspirando por acuerdos y consensos en cualquier tema. Se diría que oponerse está mal visto y que solo el pacto tiene buena prensa. Pero la realidad es que la política es debate, confrontación y propuestas alternativas. Mal irían las cosas si no existiera una permanente oposición que tratara de señalar los defectos del gobierno y manifestara sus discrepancias y sus críticas. Su existencia, por tanto, no es un adorno innecesario en la escena política, sino un elemento sustancial en el sistema democrático. La cuestión está en que para justificar su labor y que sea valorada por la ciudadanía necesita acertar en el fondo y en la forma.

Excluidos los consensos básicos esenciales sobre los que se construye la sociedad democrática, que es deseable dejar fuera de la confrontación partidaria, la totalidad de la acción gubernamental debe estar sujeta al juicio crítico de los grupos parlamentarios, sin que esta actitud merezca ningún reproche. La firmeza en la crítica no debe confundirse con la agresividad verbal ni con la descalificación personal, que son posiblemente los elementos que en muchas ocasiones producen hartazgo en un electorado que no llega a entender el tono ácido que a veces se utiliza. Pero el elemento esencial para que el trabajo opositor adquiera el prestigio necesario es su uso de forma rigurosa y coherente. De poco sirve mantener permanentemente una crítica constante a la acción de gobierno si para ello se necesita cambiar continuamente de opinión, contradecirse con frecuencia o no aportar ninguna alternativa viable a la acción realizada. De esta actitud incoherente hemos tenido en estos días lamentables ejemplos por parte del partido popular que a la hora de valorar las propuestas de ahorro energético, ha pasado de llamarlo "timo ibérico" a defenderlo como fórmula propuesta inicialmente por ellos. Es esta incoherencia oportunista la que corre el riesgo de denigrar y desprestigiar la actividad opositora, que en ocasiones parece renunciar a su esencial función política para perderse en un laberinto de contradicciones e incoherencias que debilitan su papel y su misión. La crítica es un elemento esencial en el sistema democrático, pero para dignificar su papel requiere un rigor y una coherencia que no siempre se encuentra.

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