La presunta flema británica

No creamos que estamos tan lejos de pasar de libertarios a liberticidas, según soplen los votos

Hasta ahora la capacidad de negociación de los británicos, respecto al Brexit, manteniendo la calma y permaneciendo impasibles al desaliento, sorprendía a propios y extraños. El resto de europeos empezaba a estar harto de tantas idas y venidas pero, después de muchos años conociendo el estilo anglosajón, ha sabido mantenerse imperturbable en su disposición a permitir la marcha de los ingleses. Evidentemente, lo que algunos pudieron pensar que sería un camino de rosas y una rendición de toda Europa a sus deseos, como así había sido siempre en el pasado, se ha convertido en un vía crucis entre la firmeza de Bruselas y la tensión del Palacio de Westminster.

Ahora surgen voces muy cualificadas, como la del ex primer ministro Tony Blair, que apuntan en la dirección de realizar un nuevo referéndum. Pero la duda que, evidentemente, le surge a cualquier demócrata es: en el caso de que el resultado fuese distinto del anterior, ¿cuál tendría más valor? Y a partir de ello, ¿estaría justificada una tercera votación para el desempate? A partir de aquí el bucle puede ser infinito y situaría al Reino Unido en un indeseable limbo legal con Europa. Por tanto parece que esta vía puede ser infructuosa. Pero no por ello deja de ser razonable que, lo mismo que se toma una decisión de abandono de la casa común, en el futuro las siguientes generaciones puedan optar por volver. Ante este razonamiento todo nacionalista pone el grito en el cielo, y no quiere ni oír hablar de la reversibilidad de las decisiones, pero lógicamente estamos hablando de democracia y eso dista mucho de sus fundamentalismos.

Curiosamente uno de los principios que más trabajo cuesta a los británicos es la cesión de su soberanía al aceptar las decisiones que todos los europeos tomemos en conjunto. Y sobre todo que el voto de sus compatriotas valga lo mismo que el de los ciudadanos de "otros" países, mirando de reojo a España. Pero ese es uno de los grandes logros de las sociedades libres e iguales. Y el simple hecho de ponerlo en cuestión es un indicio de supremacía peligroso y más propio de épocas turbulentas. Cabe decir que estos pensamientos han pululado tras las elecciones andaluzas, y algunos han llegado incluso a perseguir de forma absolutamente repudiable a los ciudadanos, como en Marinaleda, por lo que no creamos que estamos tan lejos de pasar de libertarios a liberticidas, según soplen los votos.

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