Roma, gran teatro del mundo

Le he pedido a Pánfilo, ese feroz y tosco volteriano, que me deje en paz, que no arruine mis columnas con sus boutades impías, que uno tiene un prestigio y una cosa que defender. Un estatus. Porque uno escribe para que lo quieran, para que lo lean 6.600 millones de no católicos, para obtener el reconocimiento de los otros. Quiero epatarlo con mi inmensa cultura, inexistente antes, pero actualizada ahora, gracias a la IA que me permite simular que sé lo que nunca supe y que me ayuda a relacionar cosas supuestamente contradictorias. Pero es lo que tiene Pánfilo, que me conoce muy bien y se impresiona poco cuando le digo que soy muy hegeliano y que hay, al menos, dos maneras de conseguir el reconocimiento –el Anerkennung– de los demás: halagándolos o combatiéndolos. Haciéndoles la pelotilla o poniéndolos a parir. Y que él para alcanzar la autoconciencia (Selbstbewusstsein, en Hegel) ha elegido dar palos a diestro y siniestro. Pánfilo se pega la panzá de reír: “¿Hegeliano tú?, ¡ja!, con el trabajo que te costó entender algo de Lacan, Althusser, Derrida, Barthes o de Juan Carlos Rodríguez, que eran más facilitos, vas a entender a Hegel”. ¡Para, Pánfilo, para!, le suplico, publicaré tus últimas logomaquias de actualidad, muy a mi pesar. Pero no te acostumbres. El catálogo del réprobo es este: La oposición a ‘Perro’ Sánchez es ‘bi-acéfala’: Feijóo y Ayuso. De ser mujer, me sentiría orgullosa de mi exclusión del sacerdocio y de la mili. Queridos hermanos os anuncio una pena muy grande: el Papa tiene un tic en un párpado y en su nariz. Hay varios misioneros que me están haciendo bibliuling. Roma, el gran teatro del mundo. El Opus, con León XIV, no sabe si tirar de champán o de cilicio. Al oír el Extra omnes [fuera todos], se ha visto huir del cónclave ‘escopeteá’ una paloma equivocada. Tras el apagón, juro que no volveré a usar la expresión de falsa modestia ‘a mis cortas luces’. Como siempre, Dios ha perdido una ocasión más de personarse. Teniendo a todo el mal del mundo reunido en el Vaticano, debería de haber salido de su ensimismamiento para leerle la cartilla a la peña. Prohibirles que hablen en su nombre. Y a Netanyahu, mandarle un ángel exterminador. Como siga así de callado, ni una vela le vuelvo a poner. ¡Pánfilo, súcubo del infierno, le conmino, no más chantajes, o lo lamentarás!