Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
La mayoría de los presidentes de la Junta han tenido una agenda internacional más amplia de lo que cabía pensar para un dirigente autonómico. San Telmo ha sido siempre un importante foco de atracción de mandamases forasteros porque alberga la dirección política de un territorio con más de ocho millones de habitantes (léase consumidores), ocho provincias con diferentes características orográficas y una ubicación estratégica en España y Europa.
La Cumbre de la ONU que se celebra esta semana en Sevilla es una oportunidad más que el Gobierno andaluz no quiere desaprovechar y por eso está cerrando una amplia agenda de reuniones. Ya veremos con qué resultados prácticos aunque estas cosas van despacio.
Ya lo hemos visto con los chinos. Más de un año ha llevado todo el proceso para la materialización de las inversiones de las empresas que se van a instalar en el parque de Santana en Linares. Está previsto que los primeros coches salgan de allí el próximo enero.
Resulta curioso destacar que lo más importante de todo este trabajo está siendo demostrar que los andaluces cumplen con los plazos, son personas serias y trabajadoras y que las obras van a estar terminadas cuando corresponden. La formalidad es uno de los valores que nos queda por afianzar ante los inversores extranjeros.
Hemos vencido muchos tópicos pero todavía nos quedan otros tantos a los que doblar el pulso, en un trabajo que realizan magníficamente las pequeñas empresas andaluzas que hacen negocios, honrados y con productos de calidad, fuera de las fronteras de la comunidad autónoma y de las del territorio del país.
Las particulares circunstancias políticas suben la presión sobre las autoridades de la Junta de Andalucía. Hasta ahora, los ojos internacionales miraban a Andalucía para veranear y a Cataluña y a Madrid para invertir. El proceso independentista catalán ha dejado a esa comunidad fuera de juego en ese tablero; ya sabemos que el dinero huye de la incertidumbre. Lo que significa que Andalucía tiene un abanico de posibilidades que no sabemos hasta cuándo se van a mantener. Es el momento de demostrar que, aunque el calor o las polémicas restauraciones de nuestras devociones nos ponen el foco público, somos mucho más.
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