Bloguero de arrabal
Ultraoceánicos
LA moral, antes que indicarnos lo que debemos hacer o no hacer (moral como contenido), se ocupa de nuestro quehacer vital, aquel que forzosamente tenemos que desenvolver queramos o no. Cabe incluso que alguien decida no hacer uso de su libertad, pero así habrá elegido, deficientemente, no ser autónomo, renunciar a la tarea de habérselas con la realidad, si es posible fuera. Pues bien, este tener que elegir forzosamente, en función de una serie de condicionantes, que no determinantes, de carácter biológico, psicológico, económicos y sociales (moral como estructura), podemos llevarlo a cabo altos de moral o desmoralizados, utilizando estas expresiones incluso en un sentido razonablemente deportivo. Esto acontece así debido a que, como enseñara Ortega hace ya tiempo, la vida no nos viene dada, sino que tenemos que hacerla nosotros, a diferencia de los animales irracionales, que ajustan automáticamente sus comportamientos a los estímulos que reciben. Por el contrario, la persona humana tiene que hacerse cargo de la realidad, habérselas con ella, y luego adoptar aquella decisión que resulte más ajustada al contexto. Resulta entonces que las circunstancias que acontecen aquí y ahora, no allí y entonces, no son las más apropiadas para estar animados. Aunque sólo fuera por el paro, especialmente el juvenil, y por las restricciones impuestas al contenido del Estado de bienestar, no hacen falta finos análisis parea comprender que los tiempos que corren no son los más propicios para estar altos de moral, para estar animados; ocurre más bien lo contrario, es decir, que estamos bajos de moral, desanimados. Tener forzosamente que decidir bajo circunstancias tan adversas, no es fácil. A pesar de ello es necesario resistir y emprender (sustinere et aggredi), recurriendo a la virtud de la magnanimidad que fomenta entusiasmo, empresas altas pero razonables. Ocurre, además, que las circunstancias adversas no se localizan sólo en el terreno económico sino también en el político. No parece necesario insistir en la corrupción que invade a personas e instituciones. Todo ello provoca una desafección de la política.
Ante semejante espectáculo, resulta urgente recordar que la democracia no es sólo un mecanismo de elección de representantes sino también una forma de vida que, como la individual, no viene dada sino que hay que conquistarla cada día y cada hora. "La democracia no es un status en el que pueda un pueblo instalarse cómodamente. Es una conquista ético-política de cada día, que sólo a través de una autocrítica siempre vigilante puede mantenerse. Es más una aspiración que una posesión" (Aranguren). Tratando de concretar el contenido de una democracia como tarea moral, pudiéramos decir que no basta con pertenecer a una comunidad sino que es necesario participar en su composición y gestión de modo permanente y no saltuario, no sólo con ocasión de cada elección. Hay que ejercer la libertad de participar (libertad de los antiguos), superior a la libertad de oponerse a toda injerencia estatal (libertad de los modernos). La primera nos aproxima a la democracia como tarea moral, la segunda conduce al liberalismo como expediente técnico frente a intervenciones estatales. Las dos tienen que ser concretas y reales. Juntas harán posible la creación, conservación y mantenimiento de los derechos humanos, sin olvidar la funcionalización de éstos. Conviene no olvidar que estamos asistiendo "al declive del hombre público" y que es necesaria "una defensa de la política", por utilizar los títulos de dos excelentes libros. Reforma de la Ley Electoral y de Financiación de Partidos Políticos, reforma de la Administración y de la Justicia, facilitarán la participación política, y con ésta, la calidad de muestra democracia, la regeneración de ésta. A lo que habría que añadir pactos de Estado en cuestiones relevantes como sanidad pública, educación, organización territorial y reforma de la Constitución en materia relativa a forma de Estado. Todo lo cual exige superar el permanente y lamentable desencuentro entre los dos grandes partidos.
También te puede interesar
Bloguero de arrabal
Ultraoceánicos
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
La ciudad y los días
Carlos Colón
La camarera, el estanquero y la Navidad
Lo último