Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
EN Matemáticas se estudia la Teoría de Juegos. Se denomina juego de suma cero a aquel en que las perdidas igualan exactamente a las ganancias. Todos los juegos deportivos son de suma cero porque para que alguien gane, alguien debe perder. Solo pueden existir ganadores si hay perdedores.
La Teoría de Juegos adaptada a los problemas económicos nos indica que muchos de nuestros problemas tienen solución, incluso algunos varias soluciones, pero son soluciones de suma cero, es decir, alguien debe de asumir las perdidas. Y, nadie se ofrece como voluntario para asumir tales perdidas. Al querer todos que sean los otros los que las asuman, no se puede adoptar ninguna solución digamos que pacífica.
Un ejemplo de este problema ha sido el ajuste que se ha tenido que producir en la economía española. El partido en el gobierno cargó las consecuencias del ajuste sobre una parte de la población: trabajadores asalariados, autónomos y pequeñas empresas, liberando a otra parte de esos ajustes: administración y grandes empresas, fundamentalmente financieras. Y, ello, con la esperanza de que en un futuro inmediato sea esta parte beneficiada de la población la que logre mayores cuotas de crecimiento y tenga la fuerza de arrastre de los demás.
Posiblemente el nacimiento de partidos políticos nuevos haya sido debido a este fenómeno. Los partidos se han apuntado a los perdedores del juego de suma cero. Nacen para acoger a los indignados de esa carga.
De hecho, el PIB en España se esta viendo mejorado y los indignados siguen estándolo, debido a que, según su percepción, no les llegó esa recuperación.
Y, la verdad, es que no les va a llegar nunca. Porque el diseño del reparto de las cargas no está preparado para ello. Uno de los problemas que se producen en sociedades de suma cero es el de creer que, con el crecimiento futuro, se solucionará el problema creado. Pero, en realidad cuando un grupo es beneficiado a costa de otro, no quiere abandonar ese beneficio y pretenderá siempre incrementarlo en un futuro. No es pues una solución aceptable el dejar para el próximo crecimiento los problemas creados durante la recesión.
Todos sabemos que no existe un nivel de vida absoluto que deje contenta a la población. Nadie esta contento con lo que tiene en un momento determinado, sobre todo en comparación con su propio grupo o con otros grupos. Las necesidades personales no se contentan cuando el ingreso aumenta y los individuos que mayores ingresos obtienen, sean del grupo que sean, no se muestran satisfechos a transferir una parte de estos a los mas pobres o a los menos favorecidos en la asignación del ingreso producto del crecimiento.
Otro de los errores básicos que se cometen en los sistemas de suma cero es que se supone que la solución parece ser que es la de proteger a los perjudicados. Pero el término "protección" tiene sus consecuencias inmediatas. Nuestro anhelo es la de la seguridad económica, no necesariamente la protección. Pero la seguridad económica tiene una dinámica muy peculiar. Cada instancia en la que se brinda seguridad económica conduce a mayores demandas de mayor seguridad económica. Si esta seguridad se produce mediante la protección, la demanda proteccionista aumenta y no hay tope natural.
La solución para la asignación de las perdidas en juegos de suma cero se denomina equidad. La política debe estar basada en el uso de la equidad en el reparto de las cargas con el fin de conseguir los beneficios.
Por ello, tanto la protección como la espera de la mejora de las condiciones con la reactivación, parece ser que no son condiciones que solucionen los problemas que produce el pago de la carga necesaria.
Una posibilidad para evitar que unos grupos carguen con todos los defectos y otros con todos los beneficios es la compensación. Cuando se carga sobre un grupo de personas un hecho, necesario para el conjunto, se hace necesaria la compensación de ese grupo afectado. Todo sistema de compensación en si mismo es arbitrario y seguro que no ayuda a algunos de los que debería ayudar, pero como lo optimo parece imposible, lo segundo detrás de lo optimo es preferible a no tener nada.
La compensación debe de sustituir a la protección, a los subsidios y a los controles. Por ello, el actual sistema español en el cual se carga la salida de la crisis sobre una parte de la población, sin decidir exactamente cual será la compensación por el esfuerzo, como se distribuirá y de que forma se aplicará, parece falto de equidad. Y, la falta de equidad, da lugar al desánimo.
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