Sueños literarios

11 de julio 2025 - 03:06

Infortunadamente no he tenido la suerte de ser tocado por la varita mágica de una editorial grande o poderosa. Como la gran mayoría de los escritores, nos desenvolvemos en empresas de edición intermedias o bajas, entendiendo por esto “modestas”. Exceptuando las de autoedición, asumen costes y se dedican a realizar el sueño de muchos autores que ya se ven estampados en todas las librerías o a la entrada de las cadenas de supermercados más renombradas. Y acudes a presentaciones y se llenan normalmente los aforos, muchas veces gracias a los familiares o amigos, puede que acuda algún renombrado político o algún escritor consagrado. Algunos nos paseamos por televisiones locales o radios y aparecen reseñas y críticas en la prensa. Normalmente uno se implica para difundir su obra acarreando libros y firmando ejemplares de los que no verás ni un solo céntimo, eso sí, seguirás soñando con las mieles del triunfo. Te conviertes en un juglar que va de pueblo en pueblo difundiendo cultura, cargado de libros e ilusiones, impelido también por los encomios de tus lectores habituales; algunos te comentan que les gusta mucho más que los de la Navarro o Gómez Jurado. Y te alientan y te impulsan. Y crees que merece la pena seguir porque te explican detalladamente que no pueden parar de leer. Pero llega el momento en que uno empieza a sentirse ridículo, precisamente cuando descubres que estás trabajando para una empresa que no te paga nada. Algunas se estiran más que otras; pero la mayoría soslaya el trasiego emocional que se instala en el territorio de la creatividad. Antaño, los que vendían enciclopedias de puerta en puerta tenían un sueldo a comisión normalmente. Ahora uno va de presentación en presentación, viajando, platicando, firmando o siendo entrevistado. Las radios o las televisiones te llaman o te nombran. Y cuando te plantas, porque ya no estás dispuesto a seguir trabajando gratis difundiendo tu propio libro, te dan la espalda. No hay un solo detalle de la empresa que te motive. Has puesto toda la carne en el asador: desplazándote, siendo entrevistado o gastando tu propio dinero. Te requieren desde una ciudad distante y la editorial explica que eso corre por tu cuenta, después de haberles transferido una sustanciosa cantidad de dinero. Entonces, empiezas a verte solo y ridículo.

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