Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Vuelve el cristianismo
Hubo un tiempo mítico, tal como se narra en el Génesis, en que los hombres se dijeron: "Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no andemos más dispersos sobre la faz de la Tierra". El resto de tan loable empeño es bien conocido: Dios castigó ese afán del hombre por sobrevolar sus propios límites, confundiéndoles las lenguas, pero el hombre -sapiens, trabajador, indomable, obstinado- prosiguió en su porfía y levantó una torre y otra torre, y pobló la tierra de torres defensivas, torres de vigilancia, torres para vivir y para rezar, torres que eran auténticos adefesios y torres tan hermosas como el Campanille de Florencia…, pues a esa pasión por construir torres, bien pronto se aunó (si no fue quién la generó) la pulsión falocrática de tener (la torre) más larga, más talluda y enhiesta que el mismísimo ciprés de Silos, y en ese empeño surgieron los rascacielos, algunos horripilantes y otros bellos y esbeltos como el edificio Chrysler, el Empire State, los 828 m del Burj Khalifa o los 632 m del Shanghai Tower.
Y ahora, esa pasión falocrática de poseer "la más grande" -se trate de lo que se trate, sobre todo, mal pensado lector, si son edificios y lo que se dirime es su altura-, ha anidado entre nosotros, más aún cuando Sevilla (la rival a batir) alardea de tener, además de la bella Giralda, una nueva torre (la Pelli), mientras que los malagueños nos tenemos que contentar con la de la Equitativa o con la torre castrada de la catedral. ¡Una vergüenza propia de eunucos! Así que, capitaneados por Paco de la Torre -un buen alcalde, al que no se le puede juzgar con ligereza, a pesar de que sospechosamente lleve lo de las torres incrustado en sus propias señas de identidad- han comenzado a surgir proyectos de torres por todos lados: en el Puerto, en el entorno de Muelle Heredia, en los antiguos terrenos de Repsol… Catorce o quince torres (¡toma ya, Sevilla!) para uso hotelero, residencial, para oficinas y equipamientos…
Quiero pensar que en esos proyectos habrá cosas buenas para Málaga y su gente, y para el desarrollo sostenible de la ciudad, pero -aún a sabiendas de que en nuestra ciudad la mayor parte de los proyectos se quedan en dique seco-, ¿no son demasiadas torres? ¿No proyectan ubicarlas en los espacios menos indicados, colmatando los espacios libres de la ciudad cercanos al centro -ya saturado y convertido en un parque temático- y asfixiando la salida al mar? Así que, con la osadía del ignorante, propongo un plan racional para la construcción de las susodichas torres, o lo que quede de ellas; o sea, que se construyan un poco menos torres, un poco menos altas, un poco más atrás y alejadas del centro, un poco más esbeltas, hermosas y autosuficientes desde el punto de vista energético, con el menor impacto medioambiental posible y, eso sí, que se olviden por muchas y loables razones de la torre del hotel del Puerto, la cual me la imagino contemplada desde Gibralfaro y me dan escalofríos de muerte. "Con la edificabilidad por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, de la Torre, las torres y Málaga entera" Sin duda, a mí la pasión falocrática antes mencionada, no solo me la pone dura, sino que troca mi voz en poesía. De nada.
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